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Seguridad global. Balance 2017 y prospectiva 2018

Seguridad global. Balance 2017 y prospectiva 2018

Una vez más, hablar de seguridad es reflexionar y analizar sobre los retos a los que nos enfrentamos todos y cada uno de los ciudadanos del mundo, con ligeras o significativas diferencias, pero, todos dentro del marco especial que representa la globalización para este sector.
Las cuestiones económicas, con atención a la coyuntura internacional y las implicaciones en el ámbito energético, la innovación digital, así como los conflictos regionales, el terrorismo y los flujos migratorios, son conceptos que ya manejamos casi de forma global.

El escenario internacional actual, ya sea a escala mundial o a nivel regional o local, resulta en muchos casos inquietante para nuestra seguridad, para la recuperación del bienestar perdido durante la crisis, e incluso para la defensa de algunos de los valores democráticos y liberales más importantes que compartimos una gran mayoría de países.

Sin embargo, no nos vamos a sumar a ningún tipo de pesimismo, ya que, aún con la necesidad de estar preparados para escenarios de alto riesgo, el panorama internacional sigue ofreciendo muchas oportunidades que debemos abordar de forma proactiva.

Esta contribución se debe enfocar positivamente, pese a que las experiencias y percepciones de inseguridad se articulan en formas que no son ni obvias ni sencillas. Baste pensar que el riesgo de mayor impacto para la seguridad global lo proporcionan los efectos derivados del cambio climático, por delante de otros tales como el terrorismo o el crimen organizado.

Es un hecho que el propio metabolismo de la globalización produce miedo e inseguridad que invaden amplias zonas del planeta, y nuestro mayor reto está en lograr una adecuada gobernanza, una inteligente gestión de los riesgos y de los conflictos.

Las estrategias tradicionales de seguridad, fracasadas por el mal análisis de los riesgos y los conflictos que las motivan, terminan por formar parte del problema en lugar de la solución.

En este sentido, hemos de acometer una serie de reflexiones sobre que estos riesgos pues los conflictos no pueden ya seguir siendo considerados como «efectos colaterales o secundarios» del proceso de modernización de la sociedad industrial y de la información, sino que, por el contrario, constituyen un componente más de este proceso.

¿Qué ha pasado en 2017?

Acabamos de pasar un año 2017 plagado de acontecimientos en los que la inseguridad nos ha hecho percibir su presencia en territorios y temas que superan lo conocido hasta ahora en la sociedad del bienestar. El terrorismo, los conflictos regionales y, especialmente, el creciente número de incidentes de ciberseguridad han tenido cierto protagonismo, ocupando en gran medida los titulares de los principales medios de comunicación. Hemos de reflexionar y procesar todo lo ocurrido y poner nuestra mirada sobre el año que comenzamos en el que, sin duda, se generarán interesantes discusiones sobre el panorama de amenazas y la gestión de los riesgos.

Algunos acontecimientos ocurridos en determinadas partes del mundo durante el año 2017 no auguran nada bueno, toda vez que los protagonistas de los conflictos internacionales se encuentran en proceso de nuevo posicionamiento, lo que nos obliga a analizar el balance de lo ocurrido en este año convulso, pero, sobre todo, a adelantar una hipótesis de los resultados de esa prospectiva, con algunas claves que deberían ayudar a afrontar mejor el panorama, tanto inmediato como más lejano.

¿Hacia dónde en 2018?

El año entrante hemos de enfrentarnos a una serie de desafíos diversos y significativos como: las tensiones geoestratégicas intensificadas por los conflictos en curso; el incremento en la globalización del terrorismo yihadista; la inseguridad ciudadana derivada de las desigualdades sociales y el impacto del crimen organizado; el uso insostenible de los recursos naturales de nuestro planeta y el cambio climático.

De todos modos, y aunque estas realidades puedan representar un panorama ensombrecedor, no resulta tan temerario afrontar 2018 con ánimo positivo, dados los avances y expectativas a nivel global que se pueden ver, por ejemplo, en el recorrido de los acuerdos sobre cambio climático alcanzado en París, las nuevas sendas que alejan a Irán y Corea del Norte de la condición de amenaza nuclear, o en una posible cooperación internacional eficaz contra el terrorismo.

Pero, quizá sea la crisis de los refugiados, con sus diversas variables externas, donde esté uno de los principales retos y la UE se juegue su cohesión interior y su seguridad este nuevo año.

Por otro lado, también está el riesgo, con una notable probabilidad de que suceda, de un importante movimiento de flujos migratorios involuntarios a gran escala, afectando igualmente en gran medida al continente europeo, como consecuencia de los efectos del cambio climático, según indicaba ya The Global Risks Report 2016.

Por otra parte, las ciberamenazas y los ataques informáticos llegaron para quedarse. Este año se prevé que los ataques continuarán expandiéndose tanto en volumen como en modalidades de enfoque. Sin embargo, aunque hemos de pensar que podrán evolucionar y diversificarse, hemos de insistir en la importancia de mantener un posicionamiento efectivo a favor de la ciberseguridad global, basado en el conocimiento del valor de la información, complementándose además con la información y comprensión del panorama y el análisis de las amenazas.

Seguridad Mundial. Globalización de la seguridad

Con independencia de que el principal reto exterior que tenemos como país es conectarnos mejor con la integración europea dentro del objetivo de globalización de la seguridad, hemos de tener en cuenta que lo urgente, lo inmediato y lo importante en esta materia son tareas de difícil discernimiento y actualmente, las prioridades políticas se centran en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado (pese a no ser el área de más graves consecuencias), a fin de ofrecer la mejor seguridad ciudadana en su más amplio espectro.

Si nos referimos a la lucha contra el terrorismo, este está evolucionando constantemente hacia formas nuevas y cada vez más peligrosas con la intención de evitar las medidas de seguridad que se implementan en cada momento.

En este sentido, el “Global Risks Report 2016” destaca aspectos como el drama de los refugiados o la amenaza terrorista indicando que el mundo se enfrenta a un auténtico cambio de paradigma sobre lo que significa la libre circulación de bienes, personas e ideas.

Por otra parte, aunque combatir el terrorismo yihadista ya era considerado como la primera prioridad a la que debería atender la política exterior, como en el caso de España, uno de los aspectos más inquietantes del terrorismo contemporáneo radica en su dimensión transnacional y en el vínculo de una parte significativa de su actividad con el Crimen Organizado Global, especialmente con el tráfico de armas y el narcotráfico.

No obstante, hay que tener igualmente en cuenta a lo que llamamos la seguridad glocal (global + local), ese bien público que se coproduce con la participación de la sociedad civil y la responsabilización de actores estatales y colaboraciones internacionales.

Por otro lado, y refiriéndonos al Crimen Organizado, este está impulsado principalmente por la desregulación y la globalización financiera, esa diferenciación entre actividad económica legal y criminal, dinero limpio y dinero sucio, en la que resulta cada vez más difícil una represión eficaz pues supondría, en gran medida, cuestionar los principios mismos que rigen el concepto de globalización. Por consiguiente, el crimen organizado global se acomoda perfectamente a la parcelación del poder existente, principalmente en el mundo liberal.

En cuanto a la Seguridad Ciudadana, concepto ampliamente difundido desde finales de la década de los 90, que marca un cambio radical con respecto a las políticas estatales o nacionales de seguridad al enfatizar la calidad de vida y la dignidad humana, está igualmente vinculado con otros conceptos tales como la libertad y los derechos universales.

Sin embargo sobre lo anterior, mientras que inicialmente el debate sobre la seguridad ciudadana trataba la inseguridad como un problema social, en años recientes se podría decir que se ha venido transformando el concepto de seguridad, demostrándose que resulta de una problemática del desarrollo. Un ejemplo de ello se encuentra en el “Informe sobre el Desarrollo” del Banco Mundial que explícitamente argumenta que es crítico “aceptar los vínculos que existen entre la seguridad y los resultados del desarrollo”.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que el fenómeno social de la inseguridad ciudadana se ve agravado por la extraordinaria capacidad que han adquirido los medios de comunicación a la hora de difundir en tiempo real y amplificar a nivel mundial -y, por tanto, deslocalizándolos- los desastres y las violencias más extremas y aterrorizantes.

Pero también contribuye, decisivamente, a la extensión de esta auténtica epidemia social, la inexistencia de indicadores y análisis fiables de la dimensión y la evolución real de la inseguridad a las que se ven sometidos los datos disponibles sobre las actividades de los organismos policiales y judiciales donde ni siquiera está claro que la delincuencia esté aumentando por encima del crecimiento económico y de población o de la movilidad local y transnacional.

Y, en todo caso, convendría ubicar esta amenaza en el lugar que le corresponde, por su gravedad relativa, en el conjunto de inseguridades como: las víctimas en las carreteras, los accidentes laborales o la violencia doméstica y la catástrofe ecológica.

A modo de conclusiones, podemos decir que, en el mundo globalizado en el que vivimos, más allá de las consignas mediáticas y las prioridades políticas (terrorismo internacional, crimen organizado y seguridad ciudadana), debemos entender que la inseguridad globalizada nos obliga a fijar la atención en los temas fundamentales que más graves consecuencias provocan, tanto en pérdidas de bienes como en vidas humanas (las amenazas derivadas del cambio climático, flujos migratorios, desigualdad, pobreza, corrupción, explotación, estados fallidos o totalitarios, terrorismo institucional, etc.).

«No basta saber, se debe también aplicar, no es suficiente querer, se debe también hacer»Goethe

RedacciónT21

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