Se sabe que los hombres y las mujeres experimentan y responden al dolor de manera diferente. Ahora, un nuevo estudio ha logrado avanzar en la comprensión de los circuitos cerebrales involucrados en estas diferencias.
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Para el cerebro, la malicia apesta
La malicia desencadena en el cerebro la misma emoción que provoca un alimento podrido: nos disgusta tanto que evitamos esa fuente de intoxicación moral.