El dolor podría ser parte de las experiencias vitales de los peces, de acuerdo a un nuevo estudio liderado por científicos de la Universidad de Texas en Arlington. Los investigadores sostienen que, aunque los peces no poseen regiones cerebrales dedicadas a procesar las sensaciones negativas, sienten igualmente una forma de dolor. En los seres humanos, incluso, no existe una región cortical concreta dedicada al dolor. El fenómeno ya ha sido comprobado en los peces de acuicultura y en los pulpos.
De acuerdo a una nota de prensa, existe una fuerte controversia entre científicos y filósofos con respecto al dolor y el sufrimiento en los animales, principalmente en cuanto a los peces. Aunque a comienzos del siglo XXI se hallaron los receptores del dolor en los peces, la polémica subsiste: ¿hay consciencia del dolor en estas especies y se generan emociones a partir del mismo? ¿Se puede hablar de dolor frente a la ausencia de determinadas regiones cerebrales que procesan este tipo de sensaciones?
Un grupo internacional de investigadores ha desarrollado esta cuestión en un nuevo estudio, publicado en la revista Philosophical Psychology. Sostienen que la falta de regiones corticales orientadas a procesar las experiencias negativas no es un argumento válido para afirmar que los peces no sufren dolor. Y para confirmarlo dan un ejemplo concreto: los casos de seres humanos con lesiones cerebrales.
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El dolor no tiene un lugar concreto
Luego de analizar distintos ejemplos de personas que han pasado por daños cerebrales que afectan las zonas corticales dedicadas a procesar las sensaciones desagradables, verificaron que continuaban experimentando dolor y que, en muchos casos, habían desarrollado una sensibilidad superior al promedio. Concluyeron que ninguna región cortical específica parece ser necesaria para producir el dolor.
De esta manera, existiría una especie de «resiliencia neurofuncional» que permitiría al cerebro activar múltiples sistemas y regiones con la flexibilidad necesaria para seguir preservando las sensaciones de dolor, más allá de lesiones o patologías limitantes. Algo similar sucedería con otras funciones centrales del cerebro. Según los científicos, esto indicaría que la falta de algunas regiones corticales en los peces no puede considerarse un argumento válido para negar la presencia del dolor.
Pulpos y especies de acuicultura
En tanto, otro estudio realizado por investigadores de la Universidad de Nueva York concluye que las prácticas inadecuadas en la acuicultura, que básicamente muestran una gestión poco sostenible y sin tener en cuenta las necesidades vitales de las especies que se desarrollan en estas producciones, desembocan en peces con defectos de nacimiento, movilidad reducida y comportamiento agresivo. Todas estas consecuencias incrementan el dolor intenso durante el sacrificio.
La especialista Lynne Sneddon indica al respecto en un artículo de natureworldnews.com que «los peces son seres vivos, capaces de sentir incomodidad, ansiedad y tensión y, sin embargo, los criamos en entornos que no serían adecuados para mamíferos o aves», expresó. Al respecto, vale destacar que muchas especies poseen habilidades asombrosas: por ejemplo, los cangrejos muestran reacciones emocionales y los pulpos son capaces de resolver acertijos y atravesar laberintos.
En un tercer estudio publicado en iScience, investigadores de la Universidad Estatal de San Francisco indican que los pulpos exhiben comportamientos cognitivos y espontáneos que demuestran la experiencia del dolor afectivo. En los ensayos efectuados, pudo verificarse que los pulpos evitaban los contextos en los que experimentaban dolor, mientras que preferían aquellos sitios en los que sentían alivio.
Referencias
Against Neo-Cartesianism: Neurofunctional Resilience and Animal Pain. Phil Halper, Kenneth Williford, David Rudrauf and Perry N. Fuchs. Philosophical Psychology (2021).DOI:https://doi.org/10.1080/09515089.2021.1914829
Animal welfare risks of global aquaculture. Jennifer Jacquet et al. Science Advances (2021).DOI:https://doi.org/10.1126/sciadv.abg0677
Behavioral and neurophysiological evidence suggests affective pain experience in octopus. Robyn J.Crook et al. iScience (2021).DOI:https://doi.org/10.1016/j.isci.2021.102229
Foto: Harris Vo en Unsplash.
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