El desarrollo de un sensor molecular, una “miniherramienta” mil veces más pequeña que el ancho de un pelo humano e ideada por físicos de la Universidad de California liderados por el profesor Giovanni Zocchi, facilitará el camino para la detección temprana del cáncer y de otras enfermedades genéticas. Además, podría adelantar la identificación a tiempo de ántrax y otras armas químicas, así como la determinación del poder potencial de nuevos medicamentos.
Tal como explica la UCLA en un comunicado, esta nueva molécula representa un claro avance respecto a experimentos previos, ya que la simplicidad de su diseño hace que por sí misma tenga muchas aplicaciones.
El sensor está construido siguiendo un método consistente en usar piezas de “maquinaria” biológica para crear dispositivos capaces de percibir y diagnosticar pequeñísimas cantidades de ADN y ARN, el material genético donde el código de la vida está inscrito.
La tecnología saca partido al hecho de que, tanto las proteínas como el ADN, se mueven o cambian de forma ante un estímulo externo. Cuando la molécula se une al sensor (que también es una molécula), éste cambia de forma y tira con fuerza de una pequeña partícula, que queda un poco desplazada. Este desplazamiento es detectado ópticamente.
Aplicación militar
Hasta ahora, sólo se conocían sensores biológicos en células vivas para llevar a cabo este pequeño “truco”. Sin embargo, este nuevo sensor podría ser el primer paso para ver artefactos moleculares que tendrían algunas o todas las características de un organismo vivo, como la capacidad de evolucionar o la de reproducirse. Eventualmente, el hombre podría ser capaz de hacer sistemas artificiales tan maravillosos y complicados como una célula.
La detección rápida en pequeños paquetes de DNA podría ser utilizado a medio plazo por los ejércitos, ya que los soldados podrían llevar en sus cinturones estos minúsculos sensores para detectar la presencia de ántrax en sus cuerpos.
Sin embargo, uno de los campos en los que los científicos de la Universidad de California están poniendo más esperanzas es en la detección del cáncer. Los sensores mejorarán enormemente el diagnóstico temprano de los muchos tumores cuyas marcas genéticas son conocidas y que podrían se detectadas mucho antes a nivel molecular.
Primeros prototipos
Asimismo, será de gran ayuda en la elaboración de nuevos medicamentos, puesto que abre la posibilidad de conocer rápidamente la respuesta de las células ante un determinado medicamento.
Sus desarrolladores están seguros de que esta nueva tecnología puede ser comercializable, de hecho ya se están buscando inversores para que tal cosa ocurra, de tal forma que en tres años se podrían tener ya los primeros prototipos. La idea es que estos sensores formen parte de una instrumentación superior de diagnosis.
El mercado potencial es enorme. En la actualidad, el tamaño del mercado americano para el diagnóstico médico basado en la genética es de 3.000 millones de dólares.
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