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Aritz Aranbarri: “Detectamos un desarrollo motor más bajo en niños expuestos a los OCs”

Los compuestos organoclorados (OCs) fueron usados en España y Europa en el pasado como insecticidas o pesticidas. Aunque su uso está prohibido desde 1988 por su neurotoxicidad, los OCs son muy resistentes a la degradación, por lo que aún pueden alcanzar la cadena alimenticia. El especialista de la UPV/EHU Aritz Aranbarri ha estudiado el efecto de la exposición prenatal a los OCs en el desarrollo neurológico de niños pequeños. Concluye que los OCs pueden ralentizar el desarrollo motor entre los 0 y los 2 años. Por Yaiza Martínez.

Aritz Aranbarri: “Detectamos un desarrollo motor más bajo en niños expuestos a los OCs”

Aritz Aranbarri, investigador de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) especializado en neuropsicología y neurología de la conducta, lleva años estudiando el efecto de los llamados  “compuestos organoclorados” (OCs) sobre el desarrollo prenatal e infantil.

Estos compuestos fueron usados en España y Europa en el pasado como insecticidas o pesticidas (su uso está prohibido como tales desde 1988); mientras otros son subproductos de la industria.

Hace unos años, Aranbarri redactó una tesis sobre el impacto de la exposición prenatal a los OCs en el desarrollo neuropsicológico temprano y, más recientemente, ha analizado la relación entre la exposición prenatal a tres de estos compuestos organoclorados (HCB, p,p’-DDE y PCBs) y el desarrollo cognitivo y motor de niños y niña, a los dos años de edad.

Los resultados de este último estudio han revelado que estos contaminantes ambientales ralentizan el desarrollo motor, es decir, que existe una correlación entre la exposición prenatal a ellos y un menor desarrollo motor a edades tempranas. En la siguiente entrevista, Aranbarri nos detalla sus hallazgos.

¿Nos puede explicar un poco mejor qué son los compuestos organoclorados?
 
Los compuestos organoclorados (OCs, del inglés; Organochlorine Compounds) son compuestos orgánicos químicos, formados por una cadena de átomos de carbono, donde algunos de sus átomos hidrogenados han sido sustituidos por átomos de cloro. Sus múltiples combinaciones dan lugar a una familia muy grande de distintos compuestos entre los que se encuentran los que hemos estudiado en este trabajo.

¿Desde cuándo están prohibidos en nuestro país y por qué razón?
 
Los OCs más conocidos y estudiados por la epidemiología ambiental fueron prohibidos en España y en toda la Unión Europea tras el Convenio de Estocolmo en 1988, debido a que accidentes medio ambientales de algunos de estos compuestos y la exposición sistemática en el ámbito ocupacional había acumulado suficiente evidencia sobre sus propiedades neurotóxicas para el ser humano.
 
Si ya no se utilizan, ¿por qué estudiar sus efectos sobre la población? 
 
Debido a que estos compuestos pertenecen a una familia o categoría de contaminantes conocidos como los POPs, del inglés Persistent Organic Pollutants, que significa; contaminantes orgánicos persistentes. Esto supone que a pesar de que, tras la Convención de Estocolmo, los niveles de los compuestos prohibidos en la UE se han ido reduciendo hasta la fecha, sus propiedades de alta persistencia a la degradación tanto química como biológica hace que su eliminación resulte muy difícil y que por consiguiente exista una bioacumulación, principalmente en la cadena alimenticia, en la que el ser humano se sitúa en la parte superior, aumentando así su nivel de exposición debido a esa bioacumulación.

Esto también ocurre por las propiedades liposolubles de estos compuestos, que hace que se concentren principalmente en órganos grasos, como el hígado y el cerebro.
 
Los niveles actuales se consideran bajos, pero según la literatura acumulada, no hay niveles que se puedan considerar suficientemente seguros para las fases de desarrollo más vulnerables del ser humano, como son las fases prenatales y primeros años de vida, y es aquí donde la información sigue siendo escasa y contradictoria.
 
Lo que está claro es que en nuestros estudios se encuentran niveles detectables de estos compuestos en la población general de mujeres embarazadas y que luego estos niveles correlacionan con los niveles hallados en sangre del cordón umbilical de los recién nacidos.
 
Partiendo de que los estudios experimentales con modelo animal nos alertan de las propiedades neurotóxicas de estos compuestos y de sus efectos nocivos en el desarrollo del cerebro, es importante monitorizar estos niveles durante el embarazo de la población general, estudiar los posibles efectos asociados a estos niveles, así como controlar cuales son las vías de exposición más frecuentes que predicen los niveles encontrados, para así poder generar políticas de prevención ante estas fases de desarrollo temprano.
 
En su última investigación, usted y su equipo han analizado el efecto de tres compuestos organoclorados en el desarrollo neuropsicológico infantil temprano (hexaclorobenceno, diclorodifenildicloroetileno y policlorobifenilos). ¿Cuáles han sido sus resultados?
 
Los resultados obtenidos de las medidas de contaminación en sangre, tanto en sangre de la madre del primer trimestre, como en cordón umbilical del recién nacido, muestran que los niveles de dichos compuestos son muy similares a los de otros países desarrollados que han hecho estudios parecidos. Dentro de esos niveles tan bajos, hay un mayor nivel de PCBs en Gipuzkoa que en otros territorios del estado, ya que están asociados al historial industrial del territorio.
 
Respecto a los resultados de efecto, tras controlar el efecto de otras variables asociadas al desarrollo infantil, tales como la posición social y el contexto familiar, así como distintas características del embarazo y del desarrollo antropométrico de los niños y niñas, se observa una relación significativa entre la exposición prenatal a organoclorados y un menor desarrollo motor.

Es decir, se ha visto que aquellos niños y niñas a los que se ha detectado un desarrollo motor más bajo —aunque siempre dentro de la normalidad— se han asociado a niveles prenatales más altos de estos compuestos.
 
La diferencia en el desarrollo motor entre unos y otros no es clínicamente relevante, no es patológica, pero sí estadísticamente significativa a nivel poblacional, «ya que está dentro de los parámetros normales de desarrollo». Por el contrario, no se ha observado ningún efecto relacionado con dichos compuestos en el desarrollo cognitivo.
 
En el desarrollo del cerebro, además de los efectos biológicos, tiene gran influencia el entorno social de la persona (en el caso de los pequeños su contexto familiar). Las conclusiones de este estudio corroboran la asociación positiva y significativa que ejerce la calidad del contexto familiar en el desarrollo cognitivo temprano, mientras que esta influencia no se ha observado en las funciones motoras, más susceptibles de ser afectadas por los efectos biológicos.
 
Por esta razón interpretamos que este otro resultado está asociado a los resultados que hemos obtenido en relación a las asociaciones de los niveles prenatales de estos compuestos y sus efectos dectables sobre funciones en desarrollo.

Las funciones cognitivas están demasiado influenciadas por los contextos sociales en el que el cerebro se está desarrollando y esto diluye el efecto bioquímico de los contaminantes, mientras que el desarrollo motor al ser más impermeable del efecto del contexto social resulta un mejor indicador de estos efectos prenatales.
 
Los resultados son relevantes para la salud pública, pues considerando que los niveles hallados son bajos, estos compuestos muestran una neurotoxicidad suficiente para mostrar un efecto detectable a nivel poblacional.

El estudio fue llevado a cabo con más de 530 niños en el área de impacto del Hospital de Zumárraga (Guipúzcoa). ¿Cree que sus conclusiones pueden extrapolarse a otras zonas del País Vasco y de España?
 
Sí a otras zonas del País Vasco, principalmente las zonas industrializadas del cantábrico, pero no tanto a otras zonas de España.

El proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente) en donde se ha desarrollado este estudio, realiza el seguimiento de otras seis muestras en diferentes territorios del Estado y hemos observado diferencias significativas, tanto en el tipo de población (más inmigración y de distinto origen, menos nivel de estudios, distintos hábitos de vida en el consumo de pescado durante el embarazo etc.), como en los niveles detectados en sangre.
 
Por ejemplo, en comparación con Gipuzkoa, las muestras que se estudian en comunidades mediterráneas muestran una población con un menor nivel de estudios y clase social, distintos hábitos en el consumo de pescado y una proporción mayor de población sudamericana, quienes a su vez muestran niveles más altos de pesticidas en sangre en comparación con la población española.
 
En términos generales, tanto poblaciones que han sido expuestas a niveles altos de OCs, como los estudios controlados de laboratorio muestran claramente el riesgo neurotóxico de estos compuestos y la necesidad de poner todos los medios posibles para que la exposición cada vez sea menor y se pueden crear políticas preventivas para las fases del embarazo y primeros años de vida.
 
Recientemente, un estudio realizado en EEUU sobre el DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) -un compuesto organoclorado incoloro y cristalino muy usado hasta los años ochenta como insecticida y plaguicida- ha revelado que este puede provocar un aumento de trastornos del desarrollo neurológico en los niños, como trastorno por hiperactividad y déficit de atención (TDAH) o dislexia. ¿Efectos similares han sido detectados en nuestro país?
 
En España hay pocos estudios con DDT, debido a que su presencia es pocas veces detectable en población general, pero sí que existen publicaciones que asocian los niveles de DDT con un menor desarrollo cognitivo/motor en los primeros años de vida.

El metabolito derivado del DDE, del que sí tenemos presencia en población española y la que ha sido estudiada en esta tesis, también ha sido asociado a con un peor desarrollo principalmente motor, pero los resultados son inconsistentes.
 
Pero asociado a ese resultado que se menciona en la pregunta, mediante distintos estudios epidemiológicos de EEUU, se ha llegado a la conclusión que el 3% de las patologías del neurodesarrollo se ven explicadas por una asociación directa a los niveles de contaminación, mientras que hasta un 25% podría ser explicado por una asociación entre factores de vulnerabilidad genética y niveles de contaminación en fases tempranas.

¿Qué se sabe de los plaguicidas y pesticidas que se usan en la actualidad y de su potencial efecto sobre el desarrollo infantil?
 
Empiezan a salir algunos estudios epidemiológicos en los últimos años, pero todavía la evidencia es muy escasa y contamos únicamente con la evidencia de laboratorio con animales. Se debe de tener en cuenta que los estudios epidemiológicos prospectivos, no sólo son los que mayor nivel de evidencia pueden generar sobre la relación de efecto y exposición, sino que también son los más caros de llevar a cabo.
 
Por esta razón, no existen suficientes estudios longitudinales de este tipo que puedan abarcar toda la investigación necesaria de todos los productos de plaguicidas y pesticidas que van saliendo al mercado cada año.

Muchos investigadores creemos que el orden debería de ser a la inversa. Que antes de comercializarse un pesticida para su uso masivo, los filtros de control sobre el riesgo de sus efectos deberían de ser mucho más restrictivo, y basada en investigación rigorosa que demuestre su seguridad para los humanos y el medio ambiente en general.
 
En su opinión, ¿qué podría hacer la población para evitar este tipo de riesgos?
 
Una de las razones por las que estos estudios se divulgan poco es por el riesgo que tenemos de generar una alarma social innecesaria, ya que la población en sí puede hacer poco. Lo que se debe hacer es desde políticas gubernamentales, invertir en el estudio de todo este universo químico y su relación con la salud pública. Controlando no solo sus posibles efectos en la salud, sino también las vías de exposición que puedan guiar en programas de prevención.
 
Un ejemplo conocido de esto es la recomendación de prevención, es no comer pescado azul graso derivado de especies depredadoras (de aquellas que están en la parte superior de la cadena alimenticia), pues su bioacumulación de contaminantes como el mercurio (y muchos otros) es mayor que la que encontramos en el pescado azul más pequeño.

RedacciónT21

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