Casi cien científicos europeos y norteamericanos denuncian en un artículo publicado en Le Monde los intereses industriales que deforman deliberadamente las pruebas científicas para impedir la regulación de los disruptores endocrinos.
El proyecto de establecer una regulación de este tipo en la Unión Europea es combatido por científicos vinculados a los intereses industriales, dando la impresión de una ausencia de consenso donde ni siquiera hay controversia científica sobre el tema, dicen en su escrito.
Este método de deformar deliberadamente las pruebas científicas para crear la falsa impresión de una controversia se usa habitualmente cuando los descubrimientos científicos afectan a poderosos intereses industriales, destacan los firmantes.
Lo que ha pasado con anterioridad con la industria del tabaco, del sector agroquímico o del calentamiento climático han retrasado acciones preventivas con graves consecuencias para la salud de la población y del medio ambiente, advierten.
La gran mayoría de los científicos comprometidos en la investigación de las causas del aumento de enfermedades vinculadas al sistema hormonal están de acuerdo en afirmar que en estos procesos intervienen muchos factores, entre ellos los productos químicos capaces de interferir con el sistema hormonal, llamados disruptores endocrinos.
Mientras que la única solución para evitar estos efectos colaterales es prevenir a los pacientes de los productos químicos mediante una reglamentación más eficaz, los científicos expresan su preocupación por las opciones normativas que propone la Unión Europea.
Decisiones en Bruselas
La publicación de este artículo se produce cuando la Unión Europea no consigue ponerse de acuerdo sobre una definición relativa a los disruptores endocrinos que permita su regulación.
El pasado mes de junio, y con dos años de retraso, la Comisión Europea propuso una definición que califica de disruptor endocrino a cualquier sustancia que tenga efectos nocivos para la salud y el sistema hormonal y que se haya demostrado el vínculo entre ambos.
Para los firmantes de esta especie de manifiesto, esta propuesta de definición requiere un nivel de comprobación más elevado que el que se establece para otras sustancias peligorsas, como las cancerígenas. Con este sistema, advierten, será muy difícil reconocer una sustancia peligrosa como perturbador endocrino.
Los firmantes piden que se constituya un grupo de expertos bajo los auspicios de la ONU, similar al que se creó para el estudio del clima, para poner a la ciencia al amparo de la influencia de intereses privados.
Los disruptores endocrinos están presentes en muchos productos de uso cotidiano como las botellas de plástico, las pajitas alimentarias, los detergentes, los juguetes, los cosméticos o los pesticidas.
Actúan como falsas hormonas confundiendo y desequilibrando al organismo y las patologías relacionadas con los disruptores endocrinos incluyen la obesidad, la diabetes, los problemas tiroideos, el asma infantil, la pérdida de fertilidad, complicaciones en el desarrollo de los niños y daños en el sistema inmunitario y neuronal.
Nunca como hasta hoy, señalan los científicos, la humanidad se ha visto enfrentada a un conjunto de enfermedades vinculadas con el sistema hormonal. Estos productos químicos, añaden, constituyen una amenaza mundial para la salud porque están presentes en los muebles y la electrónica, los productos higiénicos y restos de pesticidas en la alimentación, pudiendo interferir con las hormonas naturales en momentos críticos de la vida como el embarazo o la pubertad.
Entre los firmantes figuran dos españoles, Ángel Nadal, de la Universidad Miguel Hernández, y Nicolás Olea, de la Universidad de Granada.
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