El plagio musical en la industria musical actual ha sido fuente de interminables enfrentamientos entre artistas desde que muchos de nosotros tenemos memoria. Seguramente a muchos les pasará bastante a menudo que escuchan cierta pieza musical que les recuerda a otra. Y piensan «pero si es lo mismo, sólo que cambiando un poco el ritmo». O quizá «el ritmo es el mismo, sólo cambia la letra».
Muchas veces, sobre todo cuando la música es más simple y repetitiva, puede resultar bastante difícil distinguir fragmentos aislados de piezas supuestamente distintas. Los artistas tienen verdaderas dificultades para conseguir un sonido diferente a otros con el mismo estilo. Para eso algunos utilizan efectos sonoros novedosos, o distraen la atención de la música con bailes o vestuarios provocativos.
La homogeneidad empobrece la música
Pero el resultado final, y más aún en algunos estilos musicales más limitados, es que todas las canciones tienden a tener el mismo ritmo, o las mismas melodías, o las mismas letras. De ese modo, pese a no denunciarse mutuamente de plagio, la música de ese estilo se empobrece de manera importante. La mayoría de autores de rap o de música máquina , por ejemplo, usan prácticamente siempre los mismos ritmos, las mismas melodías, los mismos vestuarios, los mismos bailes, incluso a veces parece que las letras también son las mismas, pues siempre tratan los mismos temas de manera recurrente. Sin embargo no hay acusaciones masivas de plagio, a pesar de que todos saben que es más de lo mismo .
Algunos artistas tratan de escapar de esta prisión estilística haciendo versiones de canciones más o menos célebres de otro estilo, en lo que no es más que un plagio consentido. Como por ejemplo las versiones hiphop aún recientes de grandes clásicos como ‘Roxanne’ de The Police, o ‘One’ de U2 .
Casos de plagio en los tribunales
En otras músicas menos elementales, con más posibilidades creativas, es más difícil que se den situaciones tan evidentes, pero también se dan casos que a veces, estos sí, terminan en los tribunales. Artistas del calado de Madonna, George Harrison o los Bee Gees se han visto públicamente envueltos en escándalos de este tipo. Las cantidad de dinero que está en juego en este tipo de casos es enorme.
Pensando en esos casos que terminan en un juicio, en la conferencia de la Sociedad Europea para las Ciencias Cognitivas de la Música (ESCOM) de este año, que tuvo lugar en Finlandia, se ha presentado un software capaz de estudiar en profundidad ciertas características básicas de una pieza musical, como pueden ser el ritmo, la melodía, la cadencia, el tono, etc. Esto permite hacer una comparación objetiva entre dos piezas musicales, incluso de estilos distintos, y determinar si hubo plagio o no. Sus autores son el doctor Daniel Müllensiefen, del departamento de computación del Goldsmiths College, en la Universidad de Londres, y Marc Pendzich, del Instituto de Musicología de la Universidad de Hamburgo, que llevan años dedicados a la investigación del reconocimiento y análisis de patrones musicales.
El software implementa varios algoritmos de comparación muy avanzados, basados en métodos estadísticos. En su elaboración se han tenido en cuenta el enfoque que hacen las leyes sobre plagio de EEUU. Y para la preparación del sistema se han usado una colección de 20 casos de denuncia por plagio publicados en los últimos 30 años en ese país.
Un 90% de aciertos, pero los jueces también se equivocan
La finalidad era conseguir un modo objetivo de evaluar la existencia o no del plagio en los casos que llegan a los tribunales de justicia. Estos casos muchas veces se resuelven de manera ‘salomónica’ o basándose en el juicio arbitrario de una sola persona o de un grupo muy reducido de expertos, lo que conlleva el inevitable problema de afinidad y sensibilidad musical personal que poco tiene que ver con el plagio que se juzga.
Según reza el artículo, el software mostró un 90% de aciertos, entendiendo como acierto el llegar a la misma conclusión que el juez. Dado que en varios de esos casos la sentencia parecía más que dudosa, parece que los resultados son bastante buenos.
Como dice el doctor Müllensiefen en la nota publicada por la universidad: «La pregunta más provocativa que podrías hacer es si este software podría sustituir al jurado o a los expertos en un juicio».
Y continúa: «También, a otro nivel se podría afirmar que el software puede detectar automáticamente plagios en la música popular. Por tanto, a partir de aquí podríamos desarrollar un negocio en el que los escritores de canciones y las empresas editoras de música nos envíen canciones para que nosotros las pongamos a prueba antes de publicarlas, para ver si podrían acusarles de plagio».
El valor de la música viene de los sentimientos que provoca
En fin. Nietzsche dijo una vez que «sin música, la vida sería un error». Y es que el valor de una música no viene de su similitud o diferencia con otras, sino de los sentimientos que provoca al oyente. Hace unos meses se emitió en televisión un interesante documental sobre el efecto de la música en el cerebro humano titulado «The Musical Brain» (El Cerebro Musical). En él hacían uso de la imagen por resonancia magnética funcional para ver cómo se activaban y desactivaban las diferentes áreas del cerebro según la música que escuchaba el dueño del cerebro en cuestión. El sujeto de estudio era el famoso músico británico Gordon Matthew Thomas Sumner, más conocido como «Sting». En el documental, el mismo Sting quedaba asombrado al ver cómo su cerebro disfrutaba escuchando fragmentos de conciertos de música de jazz. Del mismo modo podía observar en una pantalla cómo su cerebro permanecía impasible ante otras músicas o incluso veía cómo sus neuronas se horrorizaban al escuchar una anodina música de ascensor.
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