A lo largo de los años, diversas investigaciones han demostrado que el ejercicio físico puede mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer. Pero un nuevo estudio va más allá.
Lo está dirigiendo el Dr. Fred Saad, un onco-urólogo del Centro de Investigación del Hospital de la Universidad de Montreal (CRCHUM), en Canadá; partiendo de la hipótesis de que el ejercicio físico tiene un efecto directo sobre el cáncer de próstata tan eficaz como los medicamentos, incluso en etapas avanzadas de la enfermedad.
Saad y su equipo creen que el ejercicio podría reducir en al menos un 22% la mortalidad de pacientes con metástasis de cáncer de próstata o aumentar su esperanza de vida en seis meses; beneficio que sería equivalente al de algunos fármacos.
La investigación va a realizarse en unos 60 hospitales de todo el mundo, con 900 hombres con cáncer de próstata en estadio avanzado; y será presentada en Chicago a principios de junio, en el encuentro anual de la American Society of Clinical Oncology (ASCO).
«Vamos a estudiar el ejercicio como si se tratara de un fármaco añadido a los tratamientos estándar. Todos los pacientes (…) continuarán con sus terapias y seguirán tomando sus medicamentos. Pero la mitad de ellos recibirán apoyo psicosocial, con recomendaciones generales sobre ejercicio físico. Y la otra mitad seguirá además un programa de ejercicios de alta intensidad», explica Saad en un comunicado difundido por Eurekalert!
Un colaborador de Saad, el profesor Robert Newton, ha diseñado para tal fin un programa de entrenamiento cardiovascular que consistirá en una hora de ejercicios aeróbicos y de resistencia tres veces a la semana. A través de muestras de sangre y biopsias musculares, los científicos buscarán entender mejor los beneficios del ejercicio en los pacientes sometidos al estudio.
La clave
Potencialmente, explican Saad y Newton, estos beneficios serán diversos. Por un lado, las metástasis conllevan diversas complicaciones, como fracturas o dolor severo, y el ejercicio puede fortalecer músculos y huesos. Además, puede ayudar a los pacientes a tolerar mejor las terapias.
Asimismo, afirman los investigadores, el ejercicio físico tiene un impacto directo en la progresión de la enfermedad. ¿Por qué razón?
La explicación podríamos encontrarla en otro estudio realizado con ratones en 2015 por científicos de la Universidad de Duke, en EEUU.
En general, muchos tipos de cáncer desarrollan resistencia a los tratamientos porque los tumores generan una red de vasos sanguíneos, tan desordenada, que no facilita que a dichos tumores llegue una cantidad adecuada de oxígeno.
De este modo, los tumores se dotan de una especie de “dispositivo” de protección contra los efectos tóxicos de los medicamentos, que están diseñados para buscar tejidos bien oxigenados.
Lo que demostraron el año pasado los científicos de la Universidad de Duke es que, mediante ejercicio físico, se mejoró el flujo de sangre a los tumores que tenían los ratones sometidos al estudio. Como resultado, se constató una tasa de crecimiento significativamente más lenta de dichos tumores.
Ayuda a prevenir
Pero el ejercicio físico no solo puede ayudar a tratar el cáncer, sino que además puede prevenirlo. Según otra investigación reciente, en este caso realizada por Steven C. Moore, deel Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Estados Unidos, niveles más altos de actividad física en el tiempo libre están asociados con un menor riesgo de padecer nada menos que 13 tipos de cáncer.
Moore y su equipo llegaron a esta conclusión tras analizar los datos de un total de 12 ensayos clínicos europeos y estadounidenses llevados a cabo entre 1987 y 2004. En ellos se habían registrado los niveles de actividad física de más de 1,4 millones de personas, y su relación con 26 tipos de cáncer distintos. En esos años, fueron diagnosticados un total de 186.932 casos de cáncer.
En general, los mayores niveles de ejercicio físico fueron asociados con una reducción del 7% del riesgo de desarrollar cáncer en general. En concreto, se comprobó que el ejercicio reducía sobre todo el riesgo de padecer adenocarcinoma de esófago (en un 42%), de hígado (en un 27%); el de pulmón (en un 26%); y el de riñón (en un 23%).
Curiosamente, y a pesar del objetivo de la investigación en curso de Saad, este estudio reveló que la actividad física estaría asociada con un riesgo un 5% mayor de padecer cáncer de próstata (también con un riesgo un 27% mayor de padecer melanoma, por la exposición a la luz solar que el ejercicio físico conlleva).
A pesar de todo, «los resultados señalan la promoción de la actividad física como un componente clave de la prevención del cáncer en toda la población», concluyen los investigadores del NCI.
Referencias bibliográficas:
Steven C. Moore, I-Min Lee, Elisabete Weiderpass, Peter T. Campbell, Joshua N. Sampson, Cari M. Kitahara, Sarah K. Keadle, Hannah Arem, Amy Berrington de Gonzalez, Patricia Hartge, Hans-Olov Adami, Cindy K. Blair, Kristin B. Borch, Eric Boyd, David P. Check, Agnès Fournier, Neal D. Freedman, Marc Gunter, Mattias Johannson, Kay-Tee Khaw, Martha S. Linet, Nicola Orsini, Yikyung Park, Elio Riboli, Kim Robien, Catherine Schairer, Howard Sesso, Michael Spriggs, Roy Van Dusen, Alicja Wolk, Charles E. Matthews, Alpa V. Patel. Association of Leisure-Time Physical Activity With Risk of 26 Types of Cancer in 1.44 Million Adults. JAMA Internal Medicine (2016). DOI: 10.1001/jamainternmed.2016.1548.
Lauren E. McCullough, Kathleen M. McClain, Marilie D. Gammon. The Promise of Leisure-Time Physical Activity to Reduce Risk of Cancer Development. JAMA Internal Medicine (2016). DOI: 10.1001/jamainternmed.2016.1521.
A. S. Betof, C. D. Lascola, D. Weitzel, C. Landon, P. M. Scarbrough, G. R. Devi, G. Palmer, L. W. Jones, M. W. Dewhirst. Modulation of Murine Breast Tumor Vascularity, Hypoxia and Chemotherapeutic Response by Exercise. JNCI Journal of the National Cancer Institute (2015). DOI: 10.1093/jnci/djv040.
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