Un nuevo estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Alberta en Canadá ha descubierto que las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes del derretimiento del permafrost son mucho mayores de lo estimado hasta ahora, lo que podría precipitar aún más el calentamiento global.
El permafrost es la capa de suelo permanentemente congelado —pero no permanentemente cubierto de hielo o nieve— de las regiones muy frías o periglaciares, como es la tundra. Se halla principalmente en Siberia, la meseta tibetana, Alaska, el norte de Canadá, Groenlandia y partes de Escandinava y Rusia. Cubre en torno al 24 por ciento de la masa terrestre expuesta del hemisferio norte, donde viven alrededor de 35 millones de personas.
El permafrost se produce cuando el suelo de una región permanece congelado dos o más años consecutivos. Está formado por rocas, suelo, sedimento y cantidades variables de hielo que mantienen unidos los elementos. Durante cientos de miles de años, el permafrost del Ártico ha acumulado grandes reservas de carbono orgánico, entre 1,4 y 1,85 billones de toneladas métricas.
Algunos tipos de permafrost llevan congelados decenas o cientos de miles de años. Pero cuando el permafrost se derrite, la materia orgánica comienza a descomponerse, liberando gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, que aumentan las temperaturas globales.
Mayor riesgo
Hasta ahora se ha establecido que el deshielo del permafrost podría aportar 0,2ºC suplementarios de calor a lo largo de este siglo, pero el nuevo estudio establece que el riesgo es mucho mayor, según se ha podido comprobar al analizar los efectos del deshielo sobre los minerales presentes en la capa de permafrost de los territorios del noroeste canadiense.
Los investigadores han constatado que estos minerales, cuando se exponen al aire y al agua, también liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera. “Cuando se exponen a los elementos, se degradan para formar ácido”, explica el autor principal, Scott Zolkos, en un comunicado.
«Descubrimos que el permafrost que se derrite rápidamente en la Meseta Peel, en los Territorios del Noroeste, está impulsando la meteorización mineral», añade.
La meteorización se produce cuando los minerales atrapados en el permafrost se ven expuestos y el ácido sulfúrico o carbónico que puede existir de forma natural en el agua, los descompone en sus elementos químicos.
A lo largo de las diferentes eras geológicas, la meteorización mineral ha desempeñado un importante papel en la regulación de los niveles de CO2 atmosférico y climático, pero cuando se dan otras circunstancias como el deshielo del permafrost, la meteorización producida por el ácido sulfúrico puede liberar cantidades sustanciales de CO2. Esto es lo que está ocurriendo ahora en el Ártico occidental canadiense.
Fuente adicional
«Debido a que la meteorización es en gran parte impulsada por el ácido sulfúrico en esta región, la intensificación del deshielo del permafrost se ha convertido en una fuente adicional de CO2 a la atmósfera», explica Zolkos.
Los investigadores descubrieron que la meteorización provocada por ácido sulfúrico se ha intensificado en las últimas décadas con el deshielo del permafrost, y consideran que, probablemente, este proceso ha aumentado ya la cantidad de CO2 liberada al agua y al aire en esa región.
“Cualquier calentamiento adicional del Ártico, que se está calentando el doble de rápido que el resto del planeta, acelera el deshielo del permafrost y supone desafíos importantes para los ecosistemas ártico y globales,” concluye Zolkos.
Se estima que en Alaska las temperaturas del permafrost se han calentado hasta 2ºC en las últimas décadas. También que el calentamiento global provocará la pérdida de casi 4 millones de permafrost por cada grado de aumento adicional de temperatura, según informamos en otro artículo.
Esta investigación, la primera que documenta la contribución potencial de CO2 emitido a la atmósfera debido al deshielo del permafrost a través de la meteorización mineral, se publica en la revista Geophysical Research Letters.
No es la única investigación reciente sobre el tema. Según otro artículo publicado el mes pasado en Nature Communications, escrito por investigadores daneses, el permafrost emite también una serie de compuestos orgánicos volátiles (VOCs) que, si bien no son gases de efecto invernadero, producen ozono sobre la superficie terrestre, lo que perjudica a la salud humana y los bosques. Los VPCs dispersan asimismo la radiación solar y forman nubes, lo que mitiga el efecto del calentamiento global.
La semana pasada, otro artículo publicado en Nature Geoscience muestra cómo el calentamiento climático impulsado por el deshielo del permafrost disminuye la cantidad de CO2 que la humanidad puede permitirse, a tenor del Acuerdo de París. Señala que este Acuerdo contempla la posibilidad de llegar hasta los 2ºC de aumento de temperatura con relación a la era pre-industrial, para luego volver a los 1,5ºC. Este estudio descalifica este acuerdo, ya que esa escalada incidirá en el permafrost e impedirá el descenso de la temperatura.
Referencia
Mineral Weathering and the Permafrost Carbon‐Climate Feedback. Scott Zolkos et al. Geophysical Research Letters, DOI: 10.1029/2018GL078748
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