Solo entre un 10% y un 15% de las personas son autoconscientes, asegura la investigadora estadounidense Tasha Eurich, especialista en psicología organizacional, una de las colaboradoras de The New York Times más leídas, y autora de varios títulos de éxito sobre cómo mejorar el desempeño en organizaciones potenciando la autoconsciencia.
Eurich y su equipo de colaboradores han llegado a esta y otras curiosas conclusiones sobre la autoconsciencia humana tras analizar a 5.000 personas en 10 investigaciones distintas, con el objetivo de definir qué es la autoconsciencia, por qué la necesitamos y cómo podemos incrementarla.
¿Qué entendemos por autoconsciencia? Según la perspectiva psicológica tradicional, tener autoconsciencia implica ser capaces de reconocer nuestros estados de ánimo, nuestras limitaciones, defectos y recursos; o nuestras propias intuiciones.
Dos tipos de autoconsciencia
Según explica Eurich en un artículo aparecido en Harvard Business Review, existirían además dos tipos de autoconsciencia: la interna y la externa. El grado de autoconsciencia interna lo determina la claridad con la que vemos nuestros propios valores, pasiones, aspiraciones; y con la que somos capaces de entender cómo todo eso encaja con nuestro entorno e impacta e influye en los demás.
Eurich y su equipo han constatado en su investigación que este tipo de autoconsciencia se asocia con una mayor satisfacción en el trabajo y en las relaciones, con un mayor control personal; y con una mayor felicidad y satisfacción sociales.
El segundo tipo de autoconsciencia nos permite comprender cómo somos vistos por otras personas. Eurich ha descubierto que los individuos que saben cómo los ven los demás son más hábiles para mostrar empatía y tener en cuenta las perspectivas ajenas.
Lo más curioso de estas dos formas de autoconsciencia, dice Eurich, es que tener un nivel alto en una no implica un nivel alto en la otra. De hecho, “nuestra investigación prácticamente no encontró ninguna relación entre ellas”, de lo que se deduce que la autoconsciencia completa sería un “un delicado equilibrio entre ambos puntos de vista, que son distintos e incluso pueden competir”.
Tener poder reduce la autoconsciencia
Otro hallazgo interesante de Eurich y su equipo es el papel del poder y de la experiencia en el nivel de autoconsciencia individual.
Según sus resultados, las personas con mucha experiencia y poder tienden a verse como altamente experimentadas, percepción que hace que no se cuestionen sus supuestos. Estos individuos pueden caer entonces en una “falsa sensación de confianza sobre su propio desempeño”, y en la cerrazón.
Solo aquellos que, en esta situación, son capaces de buscar comentarios críticos con frecuencia, pueden contrarrestar esta tendencia. En el ámbito laboral, que es en el que Eurich ha realizado su estudio, son vistos además como los líderes más exitosos.
Cómo aumentar la autoconsciencia
Más sorprendente resulta la constatación de que aquellas personas más introspectivas pueden ser las menos conscientes de sí mismas. La causa, señala Eurich, es que suelen hacerse la pregunta errónea: «¿Por qué?»
“Nuestra investigación ha demostrado que, si nos preguntamos por qué, simplemente no tenemos acceso a muchos de los pensamientos, sentimientos y motivos inconscientes que estamos buscando (…) Tendemos a inventar respuestas que se sienten verdaderas pero que a menudo están equivocadas”. La pregunta de “¿por qué?” también nos invita a pensamientos negativos improductivos, “centrados en nuestros miedos, deficiencias o inseguridades, en lugar de propiciar una evaluación racional de nuestros puntos fuertes”.
En este sentido, Eurich recomienda preguntarse «¿qué?» para aumentar la autoconsciencia, para estar más abiertos a nuevas informaciones y para aprender cómo utilizarlas: “¿Qué fallos he tenido?” «¿Qué pasos puedo dar para conseguir un objetivo determinado?» “¿Qué debo hacer para avanzar?»
Autoconsciencia contra los prejuicios
Más allá del ámbito laboral, investigaciones previas han encontrado otras maneras de aumentar la autoconsciencia para evitar un elemento que suele condicionar nuestras relaciones sociales: los prejuicios inconscientes hacia otras personas.
Como ejemplo, en 2006, un test realizado a través de Internet (la Prueba de Asociación Implícita, creada por Brian Nosek, Mahzarin R. Banaji, y Tony Greenwald) a tres millones de personas reveló que tres cuartas partes de ellas presentaban una tendencia inconsciente a ser racistas.
La autoconsciencia puede ayudarnos a superar este tipo de sesgos (racistas, homófobos, clasistas, etc) y mejorar la convivencia en las sociedades. Diversos estudios realizados en los últimos años han constatado que solo con escuchar nuestros sentimientos y creencias (hacernos autoconscientes de ellos) podemos reducir dichos sesgos. En este sentido, la meditación también puede ayudar, pues se ha constatado que reduce los prejuicios de cualquier tipo hacia otras personas.
La cuestión cerebral
Ejercitar la autoconsciencia podría, asimismo, modificar el modo en que funciona nuestro cerebro. Mientras que los prejuicios inconscientes activan regiones cerebrales implicadas con emociones como el miedo (por ejemplo, la amígdala), tal y como han demostrado en los últimos años diversas investigaciones, la autoconsciencia activa otras regiones de nuestro cerebro cuanto menos más interesantes.
En 2012, una investigación llevada a cabo con la técnica de tomografía de resonancia magnética o MRT, por investigadores de la Sociedad Max Planck para el Avance de la Ciencia (MPG) de Alemania, en colaboración con especialistas del hospital universitario Charité, de Berlín, reveló que la autoconsciencia implica la activación de una red cortical específica constituida por la corteza prefrontal dorsolateral derecha, las regiones frontopolares y el precúneo, una parte del lóbulo parietal superior del cerebro.
A la corteza prefrontal dorsolateral se le atribuye la función de autoevaluación, a las regiones frontopolares, la función de evaluar nuestros propios pensamientos y sentimientos; y el precuneus ha sido vinculado con la autopercepción. Por tanto, la autoconsciencia implicaría que actuaríamos no por “miedo” u otras emociones básicas, sino conociendo mejor nuestro estado, nuestras capacidades y nuestro lugar en el mundo. Definitivamente, merece la pena potenciarla.
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