Durante el proceso de aprendizaje del lenguaje, los niños pequeños tienen que procesar una gran cantidad de información mientras escuchan hablar a los adultos. Por un lado, tienen que oír todo el discurso para comprender el mensaje que están escuchando, y al mismo tiempo se enfrentan a un nuevo reto: identificar nuevas palabras que nunca antes han oído y aprender su significado.
Para ello, según un estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Bebés de la Universidad de Rochester, los niños pequeños reconocen en las pausas verbales y en las vacilaciones (técnicamente conocidas como «falta de fluidez») de sus padres, señales que les proporcionan un aprendizaje más eficiente del lenguaje.
“Si el cerebro de un niño espera hasta que oye una palabra nueva y trata de averiguar lo que significa al final de lo que está escuchando, se convierte en una tarea mucho más difícil y el pequeño tiende a perderse lo que viene a continuación”, afirma Richard Aslin, profesor de Ciencias Cognitivas y del Cerebro de la Universidad de Rochester y uno de los autores del estudio, en un comunicado emitido por la Universidad de Rochester. En el estudio, Aslin colaboró con las investigadoras Celeste Kidd, responsable de la investigación, y Katherine White.
En concreto, afirman los científicos, los niños interpretan interjecciones del tipo “um” o “eh” como señales no lingüísticas que los adultos suelen pronunciar antes de decir una palabra que los pequeños desconocen. Según los investigadores, “mientras el padre busca la palabra correcta, está enviando a su hijo una señal que le dice que está a punto de enseñarle algo nuevo, por lo que el niño sabe que debe prestar atención”.
En este estudio, publicado en la revista Developmental Science, los investigadores contaron con la participación de tres grupos de niños de edades comprendidas entre los 18 y 30 meses.
Para comprobarlo, sentaban a cada niño en el regazo de su progenitor y lo situaban delante de un monitor especial habilitado con un dispositivo que permite hacer un seguimiento ocular del pequeño.
En la pantalla aparecían al mismo tiempo dos imágenes: una imagen correspondía a un elemento familiar (como una pelota o un libro), y otra imagen aludía a un objeto inventado, cuyo nombre también había sido improvisado. Con las dos imágenes en pantalla, una voz grabada en off definía cada objeto con oraciones sencillas. Cuando la voz dudó y dijo: «Mira la, eh …», el niño instintivamente miró la imagen del objeto inventado mucho más frecuentemente que al otro objeto (un 70% del tiempo).
Eficaz en niños mayores de dos años
Tras realizar el estudio, los investigadores comprobaron que el efecto fue significativo sólo en niños mayores de dos años. Los más pequeños, por su parte, no habían aprendido todavía el hecho de que la falta de fluidez tiende a preceder palabras nuevas o desconocidas para ellos.
«El hallazgo más importante es que los niños que tienen en torno a los dos años son muy sensibles a las características del entorno que les ayudan a aprender el idioma”, constata Heidi Feldman, profesora de desarrollo y del comportamiento pediátrico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford en declaraciones recogidas por ABC News.
Además, los niños de entre dos y tres años de edad se encuentran en una etapa de desarrollo lingüístico inicial “en la que pueden construir oraciones básicas formadas por tres o cuatro palabras y suelen tener un vocabulario de unos pocos cientos de palabras. Los niños aprenden palabras y conceptos en función del número de palabras que escuchan”, añade Feldman.
Para esta experta en niños, el estudio sugiere que los pequeños son buenos aprendices del lenguaje y que detectan señales sutiles sobre cuándo deben fijar su atención en palabras difíciles.
Basado en una investigación anterior
No obstante, los responsables de la investigación no son partidarios de que los padres utilicen este tipo de recursos de manera intencionada. «No estamos abogando porque los padres hablen a sus hijos con falta de fluidez, pero creo que es bueno para ellos saber que el uso de estas pausas está bien y que usar interjecciones del tipo «eh» y “um» son informativas», dice Kidd.
El estudio de Kidd y sus colaboradores se basó en una investigación anterior realizada por Jennifer Arnold, científica de la Universidad de Carolina del Norte y ex estudiante postdoctoral en la Universidad de Rochester, a quien Kidd agradece desde su blog el trabajo que ha realizado en este campo.
Arnold descubrió que los adultos también pueden utilizar expresiones del tipo «um» y «eh» como ventaja en la comprensión del lenguaje. Por otra parte, el trabajo de Anne Fernald, de la Universidad de Stanford, había demostrado ya que la cantidad de expresiones y vocabulario a la que se exponga un niño es lo que condiciona su óptima capacidad de aprendizaje.
Un tono serio favorece el desarrollo lingüístico
La tonalidad de la voz también es un factor influyente en los niños a la hora de aprender el lenguaje, como demostró anteriormente otro estudio, publicado por Tendencias21.
Según la investigadora de la Universiteit Van Ámsterdam (UvA) Lotte Henrichs, la forma en que los adultos hablan a los niños de edades comprendidas entre los tres y los seis años tiene una gran influencia en la adquisición del lenguaje por parte de los pequeños.
A esta conclusión llegó Henrichs tras comprobar, con un total de 150 niños de diferentes nacionalidades y residentes en los Países Bajos, que el lenguaje académico utilizado en los centros de educación primaria para enseñar a los pequeños las diferentes materias resulta beneficioso para el aprendizaje, también si se usa de manera natural en casa.
La importancia de la voz materna
Por otro lado, el reconocimiento de la voz, en ese caso de la madre, juega un papel fundamental en el desarrollo cognitivo de los bebés.
En concreto, activa las partes del cerebro responsables del aprendizaje del lenguaje en los recién nacidos según reveló otra investigación, realizado por científicos de la Universidad de Montreal y de la Universidad Sainte-Justine, de Canadá.
La investigación, que por primera vez se hacía con bebés tan pequeños, reveló asimismo que aunque los niños reaccionan también a las voces de otras mujeres, estos sonidos sólo activan las regiones del cerebro vinculadas al reconocimiento de voces (hemisferio derecho del cerebro). En cambio, cuando eran sus propias madres las que hablaban, los escáneres del cerebro de los hijos mostraron una clara reacción en el lado izquierdo, en particular en la región del procesamiento del lenguaje.
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