Hablar con otras personas de manera amistosa puede hacer más fácil la resolución de problemas comunes porque aumenta la capacidad intelectual, sugiere un estudio reciente realizado por especialistas de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.
Por el contrario, las conversaciones que son de tono más competitivo que cooperativo no aportan beneficios cognitivos a los interlocutores.
Impacto en la función ejecutiva
El psicólogo Oscar Ybarra, director de la investigación y profesor del Instituto de Investigación Social (ISR) de la Universidad de Michigan, afirma en declaraciones recogidas en un comunicado de dicha Universidad que “el presente estudio demuestra que simplemente hablando con otras personas, por ejemplo, como cuando estamos haciendo amistades, se pueden obtener beneficios mentales”.
En el estudio, los investigadores analizaron el impacto de breves episodios de contacto social en un componente clave de la actividad mental: la función ejecutiva.
El concepto de “función ejecutiva” engloba a un conjunto de habilidades cognitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de metas, la elaboración de planes y programas, el inicio de las actividades y operaciones mentales, la autorregulación de las tareas y la habilidad de llevarlas a cabo eficientemente.
Entre estas habilidades cognitivas se encuentran la memoria de trabajo, la planificación, la flexibilidad, la inhibición de la conducta y la capacidad de suprimir distracciones externas e internas, entre otras.
Por tanto, la función ejecutiva resulta esencial para desenvolverse en la vida cotidiana y resolver situaciones y problemas muy comunes.
Qué relaciones ayudan a la mente
En una investigación previa, publicada en 2008 por el Personality and Social Psychology Bulletin, Ybarra había descubierto que la interacción social a corto plazo proporciona un impulso a la función ejecutiva comparable con el impulso que propicia jugar a juegos de estimulación cerebral, como los crucigramas.
En una de las fases de dicha investigación, los científicos descubrieron, mediante encuestas, que existía una relación positiva entre la interacción social (evaluada en función del número de contactos sociales reales) y el funcionamiento cognitivo de los participantes.
En una segunda fase del estudio, los investigadores constataron que una interacción social breve (de tan sólo 10 minutos) ya facilitaba el rendimiento cognitivo.
En la presente investigación, Ybarra y sus colaboradores quisieron establecer exactamente qué tipos de interacciones sociales son las que pueden ayudar a la mente, y qué tipos no pueden ayudarla. Para hacerlo, analizaron a un total de 192 estudiantes universitarios.
De esta forma, descubrieron que implicarse en conversaciones breves (de 10 minutos de duración) en las que los participantes, simplemente, debían familiarizarse con otras personas impulsaba su rendimiento subsiguiente en una serie de tareas cognitivas comunes.
Por el contrario, cuando los participantes se implicaron en interacciones competitivas, su rendimiento posterior en dichas tareas no aumentó, informan los investigadores en un artículo aparecido en Social Psychological and Personality Science.
Aspectos prácticos
Según Ybarra: “Creemos que el aumento del rendimiento en el primer caso se debe a que algunas interacciones sociales inducen a las personas a tratar de leer las mentes de otros y a captar su perspectiva de las cosas”, un esfuerzo que acaba beneficiando a la agilidad mental del que toma esa actitud.
Ybarra afirma que, si las personas tratan de ponerse en el lugar del otro, la función ejecutiva de los que han hecho ese esfuerzo puede llegar a aumentar incluso durante una interacción competitiva.
El investigador señala que estos resultados, unidos a los obtenidos en investigaciones previas, permitirán comprender mejor la relación entre inteligencia social e inteligencia general.
Los hallazgos realizados encajan, por ejemplo, con perspectivas evolutivas sobre el efecto de las presiones sociales en el desarrollo de la inteligencia y también con estudios neurológicos que han mostrado una imbricación neuronal entre las funciones ejecutiva y socio-cognitiva del cerebro.
La presente investigación tendría, asimismo, algunas implicaciones prácticas: como estrategia, se puede aumentar el rendimiento en tareas intelectuales sólo charlando amigablemente con un compañero o amigo, por ejemplo, antes de hacer una presentación o un examen.
En los contextos competitivos que se dan en algunas organizaciones, hay que estar alertas para no dejar que las interacciones sociales que allí se den afecten a la flexibilidad cognitiva y a la concentración, afirma Ybarra.
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