Una de las tensiones crecientes en el mundo actual es el desequilibrio existente entre el aumento del consumo de recursos naturales, que realizan los países desarrollados y las nuevas potencias industriales emergentes, frente al resto del mundo, que es donde se localizan buena parte de esos recursos.
Sin embargo, esta cuestión es compleja y va más allá: aunque los países más desarrollados son los que más contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero, el resto, que emite solamente el 20%, es el que sufre las peores consecuencias.
Según un informe anual hecho público en 2011 por el Foro Económico Mundial, los riesgos globales más importantes son: la seguridad alimentaria, la hídrica y la energética.
Así, el previsible aumento de la demanda de estos recursos estratégicos para las próximas dos décadas se cifra entre un 30-50%. Este aumento, junto a la creciente volatilidad de los precios, podría suponer impactos negativos sobre la sostenibilidad ambiental y provocar una creciente inestabilidad geopolítica. Esta situación debería promover soluciones compartidas entre los diferentes actores implicados.
Sin embargo, no se puede olvidar el hecho de que el acceso a estos recursos es ya motivo de conflicto en diferentes regiones del mundo.
El regreso con fuerza de la geopolítica
La geopolítica fue creada con el propósito de entender los acontecimientos mundiales que afectan al desarrollo de una nación desde una perspectiva geográfica y política. El primer autor que utilizó este concepto fue el profesor sueco de historia y ciencias políticas Rudolf Kjellen.
Aunque no hay una única definición de geopolítica, se puede decir que en términos generales es la ciencia que investiga el vínculo entre la política exterior, las relaciones internacionales y el entorno geográfico y natural.
La geopolítica ha vuelto a irrumpir con fuerza en estos últimos años por el crecimiento sin precedentes de Asia, que ha aumentado la demanda de materias primas, energía y alimentos. Así también se ha incrementado el valor económico y político de los territorios capaces de producirlos. África irrumpe de nuevo en el escenario global, como fuente de materias primas y provisiones para China, y ha pasado a ser al mismo tiempo un foco de poder, que ha devuelto la atención a las crisis locales.
Otra de las razones por las que la geopolítica ha vuelto a recuperar su fuerza tiene que ver con el cambio climático. Las sucesivas inundaciones, sequías, estallidos sociales, sobre todo en las zonas más marginadas del planeta, sirven de recordatorio para comprobar que la humanidad depende de la naturaleza y de la geografía.
Inseguridad alimentaria
Uno de los aspectos que marcan la diferencia entre unas zonas y otras del planeta es el concepto de seguridad alimentaria, que hace referencia a la imposibilidad de las personas a acceder a los alimentos debido a diversas razones, como el precio elevado de los alimentos, la degradación del medio ambiente, formas de producción y distribución ineficientes, que perjudican a los pequeños productores, o un mal funcionamiento de los mercados internacionales.
En el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) titulado, El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2013, se presentan un conjunto de indicadores que intentan reflejar el carácter multidimensional de la inseguridad alimentaria, los factores determinantes de esta y sus efectos.
Resulta evidente que la inseguridad alimentaria actual en amplias regiones del mundo se convierte en un factor de tensión social e inestabilidad que va mucho más allá del efecto provocado por hambrunas puntuales y del recurso a la ayuda humanitaria frente a tales emergencias.
La escasez del agua
El profesor e investigador del CSIC para el centro de Ciencias Humanas y Sociales, Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle trata en un artículo titulado Tensiones y conflictos armados en el sistema político mundial: una perspectiva geopolítica, la hidropolítica, que queda definida como: «la política hecha con el agua, mediante la cual los gobiernos nacionales buscan afirmar su hegemonía dentro de una región».
La cuarta y última edición del Informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo (WWDR4) presentado por la ONU y denominado, Gestionar el agua en un contexto de incertidumbre y riesgos», se centra en el crecimiento sin precedentes de la demanda del agua causada por la demanda de alimentos, la rápida urbanización y el cambio climático. Todos ellos imponen una fuerte presión sobre los suministros del agua en el mundo.
En la actualidad, la agricultura capta el 70 % del agua dulce planetaria y para el 2050 se prevé necesario un aumento de otro 70% de la producción agrícola y del 19% de su consumo mundial de agua, porcentaje que podría ser mayor en ausencia de progresos tecnológicos o decisiones políticas adecuadas.
En el resto de los sectores económicos según los datos del informe seguirá disputándose el acceso a los recursos hídricos si no cambia el actual modelo de consumo, las necesidades de agua destinada a la producción energética crecerá el 11,2% de aquí a 2050.
Políticas energéticas y desigualdad
Los países industrializados conscientes de esta situación han llegado a compromisos en el marco de las convenciones de Naciones Unidas sobre el cambio climático para reducir sus emisiones. Sin embargo, estas medidas hasta el momento son parciales y no garantizan ningún tipo de seguridad climática.
La energía es el principal motor de desarrollo de los países industrializados y el nivel de bienestar alcanzado tiene relación directa con el uso de combustibles fósiles. Pero el panorama cambia en los países del sur donde se calcula que hay unos 1.400 millones de personas (25% de la población mundial) que no tienen acceso a la energía. El no tener acceso a la energía implica entre otras cosas carecer de servicios básicos como la salud, la educación, y las comunicaciones, entre otros.
Una de las soluciones posibles a la crisis energética es la existencia de incentivos internacionales más potentes para que el desarrollo de manera sostenible se base en energías limpias. Sin embargo, estas iniciativas, que se potencian en los países desarrollados obedecen a proyectos a gran escala (centrales hidroeléctricas de biomasa, eólicas, etc.) sin llegar a funcionar en zonas de menos tamaño.
Por lo tanto, las desigualdades en materia energética entre unas zonas y otras del planeta se basa en que los proyectos se fijan a partir de aspectos macroeconómicos, que tienen como objetivo prioritario aumentar la capacidad de generación y distribución de energía a gran escala, sin tener en cuenta planes concretos para facilitar los servicios energéticos a las poblaciones más necesitadas.
Un nuevo escenario a partir del estallido de la crisis
El profesor de geografía de la Universidad de Valladolid, Luis Carlos Martínez Fernández, en un artículo titulado: Educación para la paz y la igualdad: una propuesta de contenidos desde la geografía , hace referencia entre otros temas a lo que él ha recogido como «un mundo global, un mundo (des) igual», y se centra además de en los problemas enumerados anteriormente, en la compleja reestructuración, que están viviendo las sociedades más avanzadas desde el inicio de la crisis de 2008 y que asola el panorama internacional.
Martínez Fernández escoge el caso Europeo y en concreto el español, en donde queda reflejado un aumento sin precedentes de la desigualdad, la pobreza y la exclusión social. Personas, hogares y familias han pasado a ser protagonistas de un drama social ejemplificado en el empeoramiento generalizado de las condiciones y calidad de vida de la población. A estos datos se unen el alto índice de paro sobre todo juvenil, y el ataque prolongado a los pilares sobre los que se cimienta el estado de bienestar.
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