Los genes son casi tan determinantes como el entorno para que unos adolescentes tiendan más que otros a ser víctimas de crímenes, señala una investigación realizada por un criminólogo de la Universidad Estatal de Florida, en Estados Unidos, llamado Kevin M. Beaver.
Según un comunicado emitido por dicha universidad, éste sería el primer estudio que prueba las bases genéticas de la victimización, es decir, del proceso por el que un individuo se convierte en víctima de las acciones criminales de otro.
Según Beaver, “puede parecer que la victimización sea un fenómeno puramente ambiental, que le sucede a personas aleatoriamente victimizadas, por razones que nada tienen que ver con sus genes”. Sin embargo, realmente no es así, asegura el investigador.
Gemelos estudiados
Partiendo de la base de que ciertas características individuales, como tener un auto-control bajo, tienen un origen genético, Beaver pensó que había razones para sospechar que los factores genéticos también podían influir en las probabilidades de que cualquier individuo se convierta en víctima de un crimen.
Partiendo de esta base, analizó datos de gemelos idénticos del mismo sexo procedentes de una muestra extensa y representativa a nivel nacional de hombres y mujeres que fueron entrevistados en 1994 y 1995, para el denominado National Longitudinal Study of Adolescent Health (Estudio Longitudinal Nacional de Salud Adolescente).
Los entrevistadores de este estudio recogieron datos de los participantes en los que se incluían detalles de su vida familiar, de su vida social, de sus relaciones amorosas, de sus actividades extracurriculares, de sus hábitos en consumo de drogas y de alcohol, y de su victimización personal.
El análisis de estos datos reveló que los factores genéticos explicaban entre el 40 y el 45% de la diferencia en la victimización adolescente entre gemelos, mientras que los entornos no-compartidos (aquéllos ambientes que no eran los mismos entre los hermanos) explicaban el resto de la diferencia.
Además, entre los adolescentes que habían sido victimizados de manera repetitiva, el efecto de los factores genéticos suponía nada menos que un 64% de la diferencia.
Comportamiento afectado
Según Beaver, es razonable pensar que, si la genética es en parte causante de que algunas personas jóvenes sean victimizadas antes que otras, y dado que dicha genética no cambia, existe la posibilidad de que algunos individuos experimenten victimizaciones repetitivas.
Para Beaver, es posible que se detecten los efectos genéticos en la victimización porque dichos efectos operan indirectamente en los comportamientos.
Así, los mismos factores genéticos que promueven el comportamiento antisocial pueden promover también la victimización, porque los adolescentes implicados en actos de delincuencia tienden a relacionarse más con delincuentes que a su vez tenderán a victimizarlos.
Finalmente, estas víctimas serán más tendentes a ser repetidamente victimizadas, y también a victimizar a otras personas.
Por tanto, escriben Beaver y sus colaboradores en la revista especializada Youth Violence and Juvenile Justice, las víctimas de crímenes no siempre son individuos inocentes escogidos al azar, sino que dichas víctimas a veces participan de manera activa en la construcción de sus propias experiencias de victimización.
No sólo genética
A pesar de los resultados de este estudio, Beaver aclara que no se está sugiriendo que la victimización ocurre sólo por la existencia de factores genéticos, sino que “todas las características y comportamientos son el resultado de una combinación de genes y de factores ambientales”.
Asimismo, estos factores ambientales pueden marcar la diferencia, asegura el investigador. El entorno familiar y social en la vida de un adolescente puede tanto acentuar como debilitar las tendencias genéticas que tenga cada individuo.
Los estudios con gemelos idénticos –que comparten todo su ADN- son considerados por los expertos como la mejor forma de evaluar cómo la combinación entre los genes y las condiciones ambientales afecta al cuerpo y a la mente.
Gracias a ellos se ha descubierto, por ejemplo, que los genes influyen mucho más en nuestras convicciones políticas que la familia o nuestro entorno; que la herencia genética es responsable en un 33% de cómo nos sentimos físicamente a lo largo de nuestra vida, y en un 36% de nuestro estado emocional y mental durante toda nuestra existencia; y que de los genes también dependen comportamientos políticos tan aparentemente alejados del ADN como el de ir a votar.
Kevin M. Beaver estudia los mecanismos biosociales que subyacen a los comportamientos antisociales. Ha aplicado metodologías de genética del comportamiento y de genética molecular para buscar las bases genéticas y ambientales de diversos tipos de actos criminales y de delincuencia.
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