Hasta ahora, gran parte de las investigaciones realizadas con escolares, en las que se ha medido el nivel de su currículo educativo, han sugerido que los niños que viven en núcleos familiares sin recursos económicos están peor preparados para comenzar las clases en el colegio que otros niños que residen en hogares donde los progenitores cuentan con ingresos medios o altos.
Tras cinco años de estudio, Eileen T. Rodríguez, investigadora del Mathematica Policy Research y autora principal de esta investigación que realizó durante su estancia en la Universidad de Nueva York, ha dado a conocer las conclusiones de su estudio, informa en un comunicado de prensa la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF, del inglés Nacional Science Foundation), organismo que ha financiado la investigación.
En dicho comunicado, Rodríguez señala que las experiencias de aprendizaje en el hogar, como leer, conversar, dibujar u otras actividades educativas realizadas entre padres e hijos, pueden contribuir a que niños con bajos recursos presten más atención al ir a la escuela, así como ayudar a que los pequeños adquieran las competencias de cada curso escolar.
«Nuestros hallazgos indican que, desde el primer año de vida, las experiencias de aprendizaje son importantes para el desarrollo del vocabulario de los niños. Esto, a su vez, proporciona una base para el éxito escolar en el futuro”, afirma la investigadora.
El entorno familiar, crucial en el aprendizaje
El estudio examinó los ambientes de aprendizaje de más de 1.850 niños y sus madres, en su mayoría en hogares con bajos ingresos, es decir, hogares en o por debajo del umbral de la pobreza. Para recabar los datos necesarios, los investigadores visitaron las casas de los participantes en el estudio a lo largo de varios años, cuando los niños tenían uno, dos, tres y cinco años de edad.
«Estos datos son difíciles de obtener, pero añaden una dimensión necesaria a nuestra comprensión del aprendizaje y de todos los factores que influyen en este proceso, antes de que el niño acude por primera vez al colegio”, afirma Amber Story, psicóloga social y directora adjunta de la Division de Ciencias del Comportamiento y el Conocimiento de la Fundación Nacional de Ciencias. Asimismo, añade Story: “esta investigación proporciona una visión importante de cómo los niños aprenden y se desarrollan en ambientes naturales a través del tiempo».
Por otro lado, este estudio señala la importancia de la preparación previa de los niños con bajos recursos antes de acudir a la escuela, sobre todo en el aprendizaje de la lectura.
Según Rodríguez, “el aprendizaje en el hogar durante los primeros años puede cerrar la brecha de la preparación escolar entre niños con altos y bajos recursos». Además, afirma que “como padre o madre, nunca es demasiado pronto para incluir a los hijo en el aprendizaje».
Por ello, «el grado en que los padres leen y hablan con sus hijos, al mismo tiempo que les proporcionan libros de lectura infantil y juguetes cuando tiene poco más de un año puede tener efectos duraderos sobre las competencias lingüísticas del niño años más tarde”.
Los investigadores recopilaron información de diversa índole, centrada sobre todo en la frecuencia con la que los niños participaban en actividades de alfabetización, como la lectura compartida de libros; la calidad de los compromisos de las madres con sus hijos, es decir, cuántas veces hablaban de forma adulta con sus niños; y la disponibilidad de materiales de aprendizaje en casa, como libros infantiles, juegos didácticos, etc.
A partir de estos datos, los autores del estudio midieron, teniendo en cuenta el ambiente de aprendizaje de cada niño en edades diferente, el número de palabras comprendidas y el conocimiento de las letras y las palabras que tenían a los cinco años.
«La calidad de los entornos de los niños a través del tiempo es muy variable,» asegura Rodríguez, quien afirma haber encontrado “diferencias en los ambientes de aprendizaje de los niños”.
Por ejemplo, los niños de familias con escasos recursos económicos que durante cuatro años vivieron en estos entornos presentaban mayores problemas relacionados con el lenguaje y la alfabetización que los niños de familias con altos ingresos.
Factores sociales influyentes
A lo largo de estos cinco años de trabajo, los investigadores también encontraron que las características de los niños y las familias, incluyendo la capacidad cognitiva de los niños en la infancia, la raza y el origen étnico de las madres, el nivel de educación, el tipo de empleo y los ingresos familiares del hogar, son indicadores clave para la predicción de cómo se desarrollará el aprendizaje temprano de los pequeños.
Por este motivo, Rodríguez se muestra partidaria de ofrecer apoyo directo e indirecto para ayudar a las familias a proporcionar a sus hijos una mejor experiencia de aprendizaje desde casa. Por un lado, la investigadora propone hacer esfuerzos para promover los comportamientos de alfabetización y, como apoyo indirecto, proporcionar ciertos tipos de asistencia, como educación a las madres.
Para que surta efecto: “los esfuerzos deben llevarse a cabo pronto, durante el primer año de vida de los niños. Estas intervenciones tempranas en las familias tratarían de involucrar a los niños en actividades rutinarias como la alfabetización, interactuar con ellos mediante tareas de apoyo, así como ofrecerles la oportunidad de aprender acerca de sus mundos a través de materiales educativos», concluye la autora del estudio.
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