Una investigación realizada por científicos de la Universidad de California en Berkeley (UC Berkeley), Estados Unidos, ha revelado que las personas que pertenecen a clases socioeconómicas más bajas sintonizan más con el sufrimiento ajeno, incluso a nivel fisiológico, y expresan mayor compasión hacia los demás que los individuos pudientes.
El estudio constató que personas de clase media alta y de clase alta fueron menos capaces de detectar y de responder a las muestras de angustia de otros individuos.
Asimismo, en general se estableció que el estatus socioeconómico está relacionado con el nivel de empatía y de compasión que demuestra la gente ante situaciones con carga emocional.
Diversas clases, culturas distintas
Según declaraciones de la directora del estudio, la psicólogo social de la UC Berkeley, Jennifer Stellar, recogidas en un comunicado de dicha universidad: “Esto no significa que las personas de clase alta no tengan empatía, solamente no son expertas en reconocer los indicios y las señales del sufrimiento ajeno, porque no han tenido que lidiar con demasiados obstáculos en sus propias vidas”.
Los hallazgos de Stellar y sus colaboradores desafían los resultados de estudios previos en los que se había señalado que la gente de clase baja es más propicia a la ansiedad y la hostilidad en situaciones adversas.
Stellar señala que: “Estos nuevos resultados indican que existe una cultura de la compasión y de la cooperación entre los individuos de clases bajas, que podría surgir de las amenazas a su bienestar que éstos padecen”.
La investigadora señala que los hallazgos no deberían acentuar la lucha entre clases, sino ayudar a comprender la diversidad cultural correspondiente a las distintas clases sociales.
Así, el estudio sugiere que las personas de estatus socioeconómico más bajo serían más cooperativas, mientras que los individuos de clase alta, al estar más centrados en sí mismos por haber crecido con mayor libertad y autonomía, se desenvuelven mejor en entornos individualistas y competitivos.
Altos niveles de compasión
Para la investigación, Stellar y su equipo analizaron a más de 300 estudiantes universitarios adultos, pertenecientes a distintas etnias. Los participantes fueron divididos en tres grupos, para la realización de tres experimentos distintos.
La identificación de la clase social de cada voluntario (clase baja, clase media baja, clase media, clase media alta o clase alta) fue definida a partir de los ingresos y de la educación de sus padres.
En el primer experimento, se evaluó la frecuencia y la intensidad con que 148 de los estudiantes experimentaban emociones como alegría, satisfacción, orgullo, amor, compasión, diversión y temor.
Además, los participantes informaron su grado de acuerdo con frases como “cuando veo a otra persona sufriendo o pasando necesidades, siento una urgencia poderosa de cuidarla” o “a menudo me doy cuenta de que alguien necesita ayuda”.
En este experimento, se constató que la compasión fue la única emoción positiva informada a niveles más altos por los participantes de clase baja.
Empatía y ritmo cardiaco
En un segundo experimento, se mostró a un grupo de 64 participantes dos vídeos. Uno de ellos era instructivo, sobre construcciones. El otro era un vídeo con carga emotiva, que versaba sobre familias enfrentadas al desafío de tener un hijo enfermo de cáncer.
Todos los participantes permanecieron indiferentes ante el video instructivo, e informaron que se sentían tristes al ver el video de las familias. Sin embargo, los estudiantes de clases más bajas fueron los que informaron de mayores niveles de compasión y empatía hacia los protagonistas de las historias.
En este caso, los investigadores también monitorizaron el ritmo cardiaco de los participantes cuando éstos veían ambos vídeos. Las mediciones demostraron que el ritmo cardiaco de los estudiantes de clases más bajas se había reducido más que en el resto de individuos.
A este respecto, Stellar explica: “Podría asumirse que ver a otra persona sufrir provoca estrés y un aumento del ritmo cardiaco. Pero hemos descubierto que, cuando se siente compasión, el ritmo cardiaco se reduce, como si el cuerpo se calmara a sí mismo para cuidar de otra persona”.
Primer paso hacia la respuesta compasiva
Finalmente, en un tercer experimento, se dividió aleatoriamente a 106 participantes por parejas y se les pidió que se enfrentaran entre ellos en entrevistas falsas para la obtención de un puesto de director de laboratorio.
Para fomentar el nivel de estrés de las entrevistas, se le dijo a los estudiantes que aquéllos que lo hicieran mejor ganarían además un premio en metálico. Las declaraciones de los participantes tras las entrevistas demostraron que los individuos de clases más bajas percibieron que sus rivales habían sufrido gran cantidad de estrés, ansiedad y ofuscación durante el experimento. Como resultado, estos individuos afirmaron haber sentido compasión y simpatía por sus propios competidores.
Por el contrario, los participantes de clases más altas fueron menos capaces de detectar las señales de estrés emocional de sus rivales.
Según Stellar: “Reconocer el sufrimiento ajeno es el primer paso hacia la respuesta compasiva. Estos resultados sugieren, no que las personas de clase alta no se preocupen por los demás, sino que, simplemente, no son buenas percibiendo el estrés o la ansiedad de otros”.
Estudio previo
Los resultados de esta investigación coinciden en parte con los obtenidos en un estudio previo, realizado por especialistas de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) en 2010.
En él, se constató también que las personas pobres tienen mayor capacidad empática que las personas ricas en experimentos realizados tanto con fotografías como en interacciones sociales con personas reales.
Los autores de este estudio señalaron entonces que la causa de esta diferencia podría estar en que las personas con bajo nivel de ingresos y un bajo nivel educativo tienen que ser más sensibles a los demás para subsistir, es decir, deben sacar mayor provecho de su empatía, para responder a las amenazas sociales y para reaccionar ante las oportunidades que la sociedad ofrece.
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