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Plantas que recuperan la consciencia, ¿nueva prueba de inteligencia vegetal?

Un investigación, en la que se aplicó una amplia gama de anestésicos a diversos tipos de plantas, ha revelado que estas pueden perder y recuperar la “consciencia”. ¿Demuestra esto que las plantas son inteligentes o tienen algún tipo de vida interior? Con argumentos y pruebas a favor y en contra, aún no hay una respuesta definitiva para esta pregunta. Quizá nuestra propia noción de “consciencia” nos esté impidiendo encontrarla.

Plantas que recuperan la consciencia, ¿nueva prueba de inteligencia vegetal?

¿Tienen consciencia las plantas? Los resultados de un estudio reciente realizado por científicos del Centro de Investigación y Educación en Biociencias de la Universidad japonesa de Utsunomiya, y publicado en la revista Annals of Botany, ha vuelto a traer a colación esta ya vieja pregunta.

En el estudio se aplicó una amplia gama de anestésicos a diversos tipos de plantas (chícharo, berro y dionea atrapamoscas) dentro de cámaras cerradas. Una hora después de la aplicación, las plantas quedaron inactivas. Por ejemplo, la dionea atrapamoscas fue incapaz de reaccionar a un estímulo similar al de un insecto arrastrándose por sus “fauces”.

Cuando pasó el efecto de los sedantes, las plantas regresaron a la vida, como si hubieran recuperado la consciencia, afirman los autores de la investigación. ¿Es suficiente esto para demostrar la consciencia de las plantas?

¿Una proyección antropomorfa?

El biotecnólogo de la ETH Zurich Devang Mehta cree que no. El pasado mes febrero,  en un artículo publicado por la revista Massive Science Mehta defendía que, a pesar de estos resultados, no se puede considerar que las plantas sean inteligentes.

La razón principal: las plantas carecen de sistema nervioso. Por tanto, según Mehta, otorgar a los vegetales cualidades y habilidades propias de los humanos es solo una proyección “antropomorfizante”.  

Danny Chamovitz, director del Manna Center Program for Food Safety & Security de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, opina en ese mismo artículo que, a pesar de ser increíblemente complejas, las plantas no son inteligentes. Es cierto que presentan respuestas adaptativas al medio que les permiten sobrevivir pero, afirma, eso no implica que sean conscientes, por ejemplo, de sí mismas.

Por otra parte, existiría una explicación celular para el efecto de los anestésicos en las plantas. Se sabe que la anestesia provoca que las propiedades físicas de las membranas celulares de cualquier organismo cambien, lo que detiene su funcionamiento normal. También que, una vez que esa presión sobre las células se detiene, el efecto del anestésico se acaba. Y que todo esto sucede por igual tantos en las células de los organismos que componen el reino animal como en las de los organismos que componen el reino vegetal. 

Algunas pruebas

A pesar de lo dicho, otros especialistas están convencidos de la inteligencia y la consciencia de las plantas. Así que el debate sobre la “vida interior” de los vegetales está servido, aunque parece que no se va a resolver fácilmente (sobre todo porque a las plantas no se les puede preguntar nada).

La argumentación de los defensores de la existencia de consciencia en plantas tiene como base algunas pruebas. Por ejemplo, se ha constado que las plantas se comunican  a través de sustancias químicas con hongos y animales.  Según el libro La vida secreta de las plantas, de Christopher Bird y Peter Tompkins (reeditado en 2016 por Capitán Swing), las plantas establecerían, además, relaciones de diversa índole con los humanos.  

Asimismo, investigaciones como las realizadas por Suzanne Simard, profesora de ecología forestal de la Universidad de Columbia Británica, han demostrado que las plantas alimentan a los miembros débiles de su propia especie proporcionándoles nutrientes, lo que parece indicar que las plantas pueden reconocer a su propia “familia”.

Uno de los descubrimientos más hermosos y llamativos de Simard ha sido la identificación de los «árboles madre», individuos dentro del bosque que ayudan a las plántulas a crecer, suministrándoles los nutrientes que necesitan a través de las microrrizas (que son las simbiosis que se dan entre los hongos del subsuelo y las raíces de los árboles).

Por otro lado, están también los resultados obtenidos por Monica Gagliano, de la Universidad de Australia Occidental, en una investigación de 2014 sobre la capacidad de aprendizaje y memoria de las plantas.

En este caso, se puso a prueba a la Mimosa púdica, una planta que cierra sus hojas inmediatamente cuando entra en contacto con potenciales depredadores. Lo que hicieron los científicos fue dejar caer agua sobre las hojas varias veces. En principio, estas se cerraban, pero “al descubrir” la planta que las gotas no eran perjudiciales,  dejó de cerrarlas. Las Mimosas fueron por tanto capaces de adquirir un comportamiento aprendido -en cuestión de segundos- y lo conservaron durante varias semanas.

A partir de estos y otros descubrimientos, investigadores como Stefano Mancuso, que participó en el estudio de Gagliano y que es Director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia, defienden  que, a pesar de carecer de cerebro y sistema nervioso, las plantas son inteligentes: sus acciones, dice Mancuso, demuestran que luchan por la supervivencia aplicando estrategias (en 2017, Mancuso publicó El futuro es vegetal en la editorial Galaxia Gutenberg).

Ver más allá

Con argumentos y pruebas a favor y en contra, quizá el problema de la consciencia o no de las plantas radique solo en nuestra perspectiva; en nuestra propia concepción de “consciencia”.

Esto es lo que reflexiona el filósofo de la Universidad del País Vasco Michael Marder, en su libro Plant Thinking: A Philosophy of Vegetal Life. Según recoge Gizmodo, para Marder está claro que las plantas están en sintonía con su entorno y que, en función de él, toman muchas decisiones complejas, como el momento en que deben florecer.

«Si la conciencia significa ser ‘con conocimiento’, las plantas se ajustan a la perfección” a este  concepto, señala Marder. Añade que, por tanto, «antes de descartar por completo la existencia de esta facultad de alto nivel (en los vegetales), deberíamos considerar lo que una planta puede ser», suponemos que más allá de cualquier sesgo antropocéntrico.

Para Gagliano, pensar en nosotros mismos nos proporciona una sensación subjetiva de lo que puede ser la vida interior de un árbol o de un arbusto. Sin embargo, la vegetación podría estar llevando una existencia interior rica, de otra manera.

«Para mí, el papel de la ciencia es explorar y explorar, especialmente lo que no sabemos. Pero la realidad es que mucha investigación académica tiende a explorar lo que ya sabemos porque es seguro (…)»

Según Gagliano, hay que ver más allá porque: «¿Qué pasaría si todo lo que nos rodea es inteligente, a su manera, y nosotros no estamos siendo lo suficientemente inteligentes como para verlo?”, se pregunta.  

Referencias bibliográficas:

Yokawa K., Kagenishi T., Pavlovic A., Gall S., Weiland M., Mancuso S., Baluška F. Anaesthetics stop diverse plant organ movements, affect endocytic vesicle recycling and ROS homeostasis, and block action potentials in Venus flytraps. Annals of Botany (2017). DOI: 10.1093/aob/mcx155.

Monica Gagliano, Michael Renton, Martial Depczynsk, Stefano Mancuso.  Experience teaches plants to learn faster and forget slower in environments where it matters. Oecología (2014). DOI:  10.1007/s00442-013-2873-7.
 
 

RedacciónT21

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