Desde hace unos años la robótica se ha ido abriendo camino en el campo, automatizando las más diversas y complejas tareas con herramientas de manipulación avanzadas. Primero fue en la agricultura, con robots autónomos que se utilizan para controlar los cultivos, recoger la cosecha o quitar las malas hierbas. Ahora, también se atreven a ser granjeros.
Son los denominados farmbots, en cuyo desarrollo trabajan en el Centro Australiano de Robótica (ACFR), dependiente de la Universidad de Sidney. A partir de este mes, comienza un periodo de entrenamiento de dos años que los capacitará para sacar el rebaño del redil, vigilar su salud o comprobar si tiene suficiente pasto como principales funciones.
El proyecto es ambicioso, dado que la economía australiana depende en gran medida de la cría de ganado y de los cultivos. De hecho, el país es el mayor productor y exportador de lana del mundo, en especial la de oveja merina española, introducida en los tiempos de la colonización procedentes de Sudáfrica. Sin embargo, la mayoría de la actividad se lleva a cabo en inmensas explotaciones ubicadas en remotas zonas rurales del interior.
Es el caso de Suplejack Downs, en el Territorio del Norte, donde se extiende la mayor explotación ganadera a lo largo de 4.000 kilómetros cuadrados. El aislamiento es tal que se tarda 13 horas en llegar en coche desde la ciudad más cercana, Alice Springs. Como consecuencia, estas granjas se controlan con poca frecuencia, a veces sólo una o dos veces al año, lo que implica que a menudo los animales caigan enfermos o mueran siendo jóvenes sin que nadie lo sepa.
Con la introducción de la robótica no sólo se mejoraría la supervisión del ganado, sino que recibirían una atención prácticamente individualizada, algo inviable en explotaciones de gran tamaño con pastores o ganaderos de carne y hueso.
Utilidades
El robot, al que aún no se le ha puesto nombre, es una versión mejorada de un modelo anterior, Shrimp, que fue diseñado para arrear manadas de 20 a 150 vacas lecheras. Ahora se destinará fundamentalmente al cuidado de cabras y ovejas en varias granjas localizadas en el centro de Nueva Gales del Sur, en la parte sudoriental del país, según recoge un artículo publicado en la revista online NewScientist.
Como novedad, el androide está equipado con cámaras y sensores térmicos y de visión que detectan cambios en la temperatura corporal o en los andares del animal, lo que le permitirá identificar a aquellos que pudieran estar enfermos o lesionados. También disponen de sensores para controlar colores, texturas y formas, de utilidad para comprobar la calidad del pasto.
«Queremos mejorar la calidad de la salud del animal y hacer que sea más fácil para los ganaderos mantener grandes explotaciones donde puedan pastar libremente», manifiesta Salah Sukkarieh, director de Investigación e Innovación del ACFR. Precisamente ese es otro de los objetivos que se persigue con el uso de farmbots, reducir la alta dependencia de los corrales de engorde, que crían el ganado en espacios muy estrechos donde los animales viven confinados para facilitar la supervisión.
Durante el periodo de prueba, el equipo tratará de afinar el software del robot para mejorar la detección de ganado enfermo, y para asegurar que pueda manejarse con seguridad en terrenos especialmente abruptos, subir cuestas, atravesar barro o sortear árboles y zonas inundadas.
Como cada avance en robótica, la investigación australiana vuelve a abrir el debate en torno al temor por el reemplazo de mano de obra humana. Al respecto, Sukkarieh alega que puestos como el que va a ocupar el nuevo farmbot son cada vez más difíciles de cubrir, de ahí que se recurra a la automatización. «Son los propios ganaderos quienes están impulsando la investigación porque es difícil encontrar trabajadores, por lo que buscan asistencia tecnológica», asegura el profesor.
Agricultura
El equipo del ACFR ya ha demostrado que los robots pueden beneficiar a los agricultores en diferentes tareas, en lo que llevan trabajando más de diez años. Los motivos de este auge son similares a los de la ganadería, grandes extensiones de tierra donde las condiciones de trabajo son duras y los costes laborales muy altos, por lo que los agricultores están optando por dar órdenes a sus robots desde el salón de su casa.
Uno de sus modelos anteriores, Ladybird, se mueve entre los cultivos en busca de malas hierbas. Cuando las detecta, o bien las arranca, o utiliza aerosoles de forma selectiva, minimizando así el coste y el impacto ecológico que supone el uso de fertilizantes y herbicidas. Otro está diseñado para contar el número de piezas de fruta en un huerto, de forma que los agricultores pueden identificar aquellas áreas en las que el rendimiento es más bajo, prestando mayor atención a las deficiencias del árbol, del suelo o a la falta de polinización.
Otra ventaja de estos androides es que están equipados con placas solares, por lo que se recargan automáticamente en días soleados. Según las estimaciones de los investigadores, los agricultores podrían recuperar el coste de la inversión en unos dos años.
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