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5. El Ahora

5. El Ahora

En esta nota distinguimos entre el “ahora” (escrito con minúscula) y el “Ahora” (con mayúscula). El primero remite a una noción habitual de tiempo que referimos coloquialmente como “una sucesión (o línea) de ahoras”, tal que si tomamos un punto, un ahora cualquiera sobre esa línea, tendremos a su izquierda “antes” (de ese ahora) y a su derecha “después”. En lo tocante al “presente” vimos en la nota 4 que las categorías que lo limitan son el “pasado” y el “futuro”. Tratamos también allí sobre la diferencia entre el ahora y el presente. A continuación veremos que todos estos elementos temporales se entrelazan en una estructura categorial y dinámica, que es el Ahora.

5. El Ahora

1. La línea de los ahoras

Al tomar en consideración la descripción de los elementos que conforman la representación bidimensional del campo de presencia (nota 1: Figura 1) no debemos pasar por alto que los puntos que constituyen la línea de los ahoras al ser todos por igual “actuales”, no pueden presentarse juntos ante ningún observador. Puesto que sobre esta línea todo ahora es actual, la línea de los ahoras, como tal “línea”, no podrá ser objeto de la vivencia subjetiva del tiempo, perdiendo por ello sus puntos su matiz temporal y la posibilidad misma de sucederse (Merleau-Ponty, 2000: 420).

Notemos que, con independencia del ahora particular de que se trate, el sujeto se halla posicionado siempre sobre “un solo punto”, A, B, C, etc., de la línea de los ahoras, flanqueado por las vertientes pasado y futuro de su campo de presencia, hacia las que se distiende en virtud de la proyección intencional retentiva y protentiva, respectivamente. Posicionado, pongamos por caso, en el punto B, lo que el sujeto tiene “a la mano” no es el punto A sobre la línea de los ahoras, sino el contenido o retención AB, y el horizonte futuro hacia el que se perfila no le remite al punto C sobre la misma línea horizontal, sino al contenido o protención CB.

Tanto el contenido AB como el contenido CB forman parte de la línea vivencial que pasa por el ahora B y se proyecta hacia las dos vertientes del campo de presencia, y a ella “se reduce” este campo cuando la posición del sujeto implica dicho ahora. De manera que, considerados aisladamente los puntos de la línea de los ahoras, el campo de presencia del cognoscente se reduce sobre cada uno de ellos a una sola línea vivencial que proyecta su posición actual hacia las dos vertientes del citado campo. En el ejemplo recién expuesto, la reducción concierne al ahora particular B y a la línea vivencial que lo contiene, si bien se trata de una circunstancia común a la totalidad de los ahora, A, B, C, etc., contenidos en la línea horizontal.

2. El Ahora

La reducción del campo de presencia a cada línea vivencial implica asimismo “reducir” la línea extendida de los ahoras a “un único punto” que recoja la posición del sujeto y posibilite la proyección intencional constitutiva hacia sus dos vertientes. Vamos a denominar Ahora a este punto, recién aludido, que interpretamos como la “posición de presencialidad (o de presencia)” del sujeto. Utilizaremos la denominación en mayúscula “Ahora” para referirnos a la posición de presencialidad del sujeto. La diferencia importante entre este Ahora y la noción de “ahora” más habitual, tal y como aparece, por ejemplo, en la línea de los ahoras, se tratará a continuación; no las confundamos.

Para comprender el significado del Ahora debemos notar cómo estamos acostumbrados a concebir la imagen del tiempo en comparación con la de un río que fluyese llevándonos inmersos en su corriente. Advirtamos, no obstante, que esta imagen no es neutra, sino que se expresa en un sentido que va mucho más allá de lo meramente metafórico, y alberga un contenido adicional de marcado carácter interpretativo, pues nos induce a pensar que el tiempo “dominaba ya” sobre el amplio dominio del mundo “mucho antes” de que nosotros llegásemos a él y, por extensión, desde y para siempre, y es por ello concebido como un ente de naturaleza objetiva. Consideraciones de esta clase sustentan la dicotomía que suele establecerse entre el denominado “tiempo objetivo”, también llamado “tiempo del mundo”, y la vivencia supuesta del mismo, asociada a la noción de “tiempo subjetivo”, o “tiempo de la conciencia”.

Se puede plantear, no obstante, un enfoque alternativo de acuerdo con el cual asumimos como elemento fundamental una participación activa del sujeto en relación con los diferentes aspectos ligados a la conciencia del tiempo, en lugar de la perspectiva más bien pasiva de quien es llevado por la corriente del mencionado río. Podemos expresarlo por medio de una imagen, según la cual, al hilo de lo recién expuesto a propósito de esa metáfora, el sujeto, ahora como elemento central de este otro planteamiento, no es arrastrado por dicha corriente, sino que permanece situado en el análogo de un vórtice o remolino, a partir del cual es él mismo quien proyecta la corriente más allá de su propia posición mediante un procedimiento adecuado de representación. Así, el tiempo no se hallaría dado “ahí afuera”, en el sentido que le otorga el punto de vista tradicional de la corriente, sino que sería representado por el sujeto desde su posición (de presencialidad: el Ahora) en el referido vórtice.

3. El Ahora en el idealismo de Schopenhauer

En relación con esta posición de presencialidad, Schopenhauer se expresa en términos similares al imaginar el tiempo como un círculo que girase sin fin; la mitad descendente sería el pasado y la otra en ascenso el futuro, en tanto que el punto superior, en contacto con la tangente horizontal, constituiría un presente estable; y así como la tangente no participa de la rotación, tampoco ese punto contenido en ella participa del transcurso del tiempo. Más cercana a nuestra imagen del vórtice, y a la cualidad de permanencia que en él destacamos, está su descripción del tiempo como un impetuoso e incesante torrente que se rompe contra la roca del presente (que nosotros denominamos “Ahora”) sin llegar a arrastrarla consigo (Schopenhauer 2001, p. 14).

La permanencia propia del vórtice en la imagen metafórica que proponemos remite a la posición de presencialidad característica del sujeto. Schopenhauer insiste en destacar la relevancia de esta cuestión, de acuerdo con la cual el Ahora, en cuanto posición de presencialidad del sujeto, le otorgaría la posibilidad de aprehender el transcurso del tiempo. Así, para posibilitar tal aprehensión debe haber en la conciencia una referencia inmóvil, y ésta ha de corresponder a la posición propia del sujeto, quien instalado en ella contempla impávido el transcurso del tiempo y el cambio de su contenido.

Cabe señalar, pues, en la conciencia del sujeto la presencia “a priori” de un punto fijo, estable bajo el transcurso del tiempo. (Schopenhauer, 1996b: 132-137). Este punto fijo es, para nosotros, el Ahora, que interpretamos como la posición de presencialidad del sujeto. De acuerdo con aquél autor (Schopenhauer 2003, p. 291), estaríamos hablando del “punto” necesario para la unidad de la conciencia, o “yo teórico”, que expresa la noción kantiana de “unidad sintética de apercepción”, gracias a la cual “el yo pienso tiene que poder acompañar todas nuestras representaciones”.

4. Aclaraciones sobre el Ahora

Notemos que lo propio del Ahora, en cuanto posición de presencialidad, es ubicar al sujeto en cada momento; por otra parte, la línea de los ahoras pretende dar cabida conjuntamente a todos los ahoras, de ahí que pueda interpretarse como una especie de Ahora “extendido”. En este sentido, si trazamos una línea recta y la llamamos “t” (tiempo), como suelen hacer los físicos, cada punto de esa línea es un “ahora” distinto, y los diferentes puntos de la misma se relacionarán unos con otros mediante una relación de anterioridad y posterioridad, basada en las categorías “antes” y “después”. Vemos que la posición de presencialidad del sujeto no puede ser el “ahora”, ya que éste no deja de cambiar sobre aquella línea: …t0, t1, t2…, de tal manera que los puntos de esa línea, los “ahoras”, no reflejan ninguna presencia.

Para entender claramente la noción de “Ahora” tomemos un bolígrafo o un lapicero en la mano. Contemplémoslo de tal manera que lo veamos a lo largo, desde la punta del mismo al extremo opuesto. Visto así, en su “extensión”, el lapicero representa la línea de los ahoras. Girémoslo, entonces, y situémoslo con su punta dirigida hacia nuestros ojos. Ya no lo vemos como un objeto lineal extendido, sino que ha quedado reducido a un sólo punto ante nuestros ojos. No obstante se trata de “un punto” que contiene, digámoslo así, todos los puntos que conforman la extensión del lapicero. En un sentido análogo, la estructura (el punto fijo) que contiene todos los “ahoras” de la línea temporal es el “Ahora”, y en él se refleja el entrelazamiento de aquellas categorías de las que se sirve el sujeto para sus descripciones temporales.

5. El Ahora y el transcurso del tiempo

En lo tocante a los aspectos dinámicos del campo de presencia y al fenómeno del transcurso del tiempo, hemos señalado ya (nota 4, sección 7) que la comprensión adecuada del mismo exige tener en cuenta la combinación de los movimientos 1 y 2, como si se tratase de las dos fuerzas actuantes en un “par”, de cuya aplicación sobre un punto fijo se obtuviese un efecto resultante. Tomando en consideración lo expuesto aquí acerca del Ahora, en cuanto posición de presencialidad del sujeto y punto fijo de la conciencia del tiempo, sugerimos que el fenómeno que es aprehendido por el sujeto como “transcurso” del tiempo se interprete como el efecto resultante de la combinación de los movimientos 1 y 2 sobre el Ahora, lo que nos lleva a retomar la conclusión ya expresada, de que no es posible avanzar en la comprensión de este fenómeno sin tener en cuenta la combinación de los movimientos 1 y 2.

Al hilo de esta conclusión, y teniendo a la vista la Figura 1 de la nota 1, debemos asumir que dentro del marco de la representación bidimensional del campo de presencia cada punto de la línea horizontal, considerado “en sí mismo” (Figura 1, superior, de la nota 4), en su individualidad (y no como mero eslabón de dicha línea), “es” el Ahora, es decir, el punto fijo sobre el que se aplican, a la manera de un “par” de fuerzas, los movimientos 1 y 2. Debemos llegar a comprender, por tanto, que al hablar del “Ahora” nunca nos estaremos refiriendo a un “ahora” particular “como punto formando parte” de esa línea horizontal, sino que, como hemos señalado, la noción de Ahora implica la reducción de la línea extendida de los ahoras al punto fijo de la conciencia del tiempo que recoge la combinación de los movimientos 1 y 2.

6. La estructura categorial y dinámica del Ahora

A la hora de abordar el análisis de la estructura categorial y dinámica del Ahora es importante señalar que en el mismo se dan cita el presente y el ahora, así como la combinación de los movimientos 1 y 2, en términos de la cual interpretamos el fenómeno del transcurso del tiempo. Cabe destacar que, en virtud de tal combinación, el Ahora, en cuanto posición de presencialidad, aporta al sujeto la perspectiva adecuada que le permite vincular las categorías distensivas (pasado / futuro) y extensivas (antes / después) de su campo de presencia, como consecuencia de la ubicación conjunta del presente y el ahora en dicha posición y de la combinación de los movimientos 1 y 2, en cuyas dinámicas participan ambos de manera respectiva.

La reunión del ahora y del presente en el Ahora es así la responsable de los lazos entre categorías que se muestran en la Figura 1 de esta nota 5, que representa la estructura categorial y dinámica del Ahora. En esta representación vemos que el Ahora se configura como un “nudo” en el que se entrelazan diversos elementos cognoscitivos como las categorías temporales distensivas y extensivas del campo de presencia, y los movimientos 1 y 2.

La relación entre la estructura categorial y dinámica del Ahora y la del campo de presencia tiene en cuenta que el entrelazamiento de categorías propio de aquélla se expresa en la inclinación característica de las líneas vivenciales del citado campo. Así, si en la Figura 1 de la nota 1 imaginamos que “dejásemos caer” una de tales líneas según el movimiento 1, de futuro a pasado, se produciría, como consecuencia de su propia inclinación, un avance de la misma línea según el movimiento 2, de antes a después. Inversamente, si “hiciésemos avanzar” la línea vivencial en la dirección de este último movimiento obtendríamos como reflejo una caída según la dirección de aquél primero. Esta vinculación entre los movimientos 1 y 2 en el marco de la representación bidimensional del campo de presencia (nota 1: Figura 1) es, precisamente, la que se expresa mediante su entrelazamiento en la estructura categorial y dinámica del Ahora (nota 5: Figura 1): el movimiento 1 implica el movimiento 2, lo mismo que el movimiento 2 implica el movimiento 1.

7. La cualidad de presencia (o presencialidad) del Ahora

La vinculación entre las categorías distensivas (pasado / futuro) y extensivas (antes / después) en el Ahora, en cuanto posición de presencialidad del sujeto, deriva de la relación entre el presente y el ahora, y entre los movimientos 1 y 2, en cuyas dinámicas participan ambos de manera respectiva.

Tomando en consideración esta vinculación se puede llegar a explicar la cualidad de presencia (o presencialidad) propia del Ahora, en términos de la oposición dinámica que dentro del mismo se establece entre el movimiento 1 “de futuro a pasado” y el movimiento 2 “de antes a después”. En un sentido gráfico, podríamos imaginar que, al combinarse, el movimiento 1 y el movimiento 2 se contrarrestasen (como dos fuerzas opuestas que se estabilizasen), dando como resultado la cualidad de presencialidad del Ahora, en cuanto posición estable en la que ambos se combinan.

8. El Ahora como condición de posibilidad del transcurso del tiempo

Hemos señalado ya que el fenómeno del transcurso del tiempo no tiene que ver sólo con el movimiento 1, ni sólo con el movimiento 2, sino con la combinación de ambos, lo que revela que tales movimientos corresponden a aspectos complementarios del fenómeno mencionado. Puesto que la misma combinación origina también la cualidad de presencialidad del Ahora, vamos a considerar el fenómeno del transcurso del tiempo y la presencialidad del Ahora como las dos caras de una misma moneda, que puede contemplarse, ya sea del lado del “objeto” (del fenómeno en cuestión), o bien del lado del “sujeto” (de su posición en el Ahora).

Así, a partir de la relación que media entre ambas debido a su origen común, interpretamos la presencialidad del Ahora como la “condición de posibilidad” del fenómeno del transcurso del tiempo. Retomamos así la consideración de acuerdo con la cual el Ahora, como posición de presencialidad del sujeto, constituye el punto fijo de la conciencia del tiempo, gracias a cuya estabilidad es posible aprehender, por contraposición, su transcurso.

La estructura categorial y dinámica del Ahora establece un dinamismo entre las categorías temporales distensivas y extensivas del campo de presencia, y esta vinculación dinámica tiene lugar en aquel punto fijo, ya referido, que representa la posición de presencialidad del sujeto, que le permite la aprehensión del fenómeno del transcurso del tiempo.

De manera que, en el Ahora, este fenómeno es aprehendido por el sujeto, de acuerdo con las características de dicha estructura, en términos del entrelazamiento que vincula sus categorías temporales distensivas y extensivas. Lo más importante es comprender claramente que el dinamismo implícito en ese entrelazamiento se refiere a un movimiento que “no está en el tiempo”, sino que representa, digámoslo así, “la forma” de su transcurso.

Referencias

Merleau-Ponty, Maurice, 2000, Fenomenología de la percepción, Península, Barcelona.

Schopenhauer, Arthur, 1996, Respuestas filosóficas a la ética, a la ciencia y a la religión, EDAF, Madrid.

Schopenhauer, Arthur, 2001, Metafísica de la costumbres, Trotta, Madrid.

Schopenhauer, Arthur, 2003, El mundo como voluntad y representación. Complementos, Trotta, Madrid.

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