Un estudio realizado en Estados Unidos ha puesto de manifiesto las diferentes percepciones y preocupaciones que cada uno de los grupos culturales que conforman el país tienen con respecto a los últimos momentos de la vida, previos a la muerte. El estudio, del que informa en un comunicado la Universidad de Michigan, investigó las preferencias raciales y étnicas, así como las de ambos sexos, en lo que respecta al tramo final de la vida.
La investigación concluye que existe discriminación cultural en lo que se refiere a la atención en esos momentos, debida principalmente a la falta de recursos para adaptarse a las diferentes expectativas. Los resultados de esta investigación han sido publicados en el último número del Journal of the American Geriatrics Society.
Setenta y tres participantes formaron parte de este análisis social. Entre ellos había árabes musulmanes, árabes cristianos, hispanos, ciudadanos de color y ciudadanos blancos. Con edades comprendidas entre los 50 y los 83 años, los participantes respondieron a un cuestionario acerca de información demográfica y temas relacionados con el final de la vida. El análisis estuvo dirigido por Sonia Duffy, de la University of Michigan Medical School.
Suicidio Asistido
De dicho cuestionario se desprende que las distintas etnias y las personas pertenecientes a diversas culturas tienen ideas marcadamente diferentes acerca de cómo deben ser cuidados y atendidos hacia el final de sus vidas.
Por ejemplo, los árabes asentados en Norteamérica parecen estar más en contra del denominado suicidio asistido que los ciudadanos de otras etnias. El suicidio asistido consiste en que el paciente, estando en condiciones físicas para hacerlo y actuando bajo su propia responsabilidad, recurre a medios letales (como la inyección letal) para acabar con su vida.
Se denomina “asistido” porque es el médico el que le proporciona los medios al enfermo. En 1996, el tribunal de apelaciones de San Francisco, en California (Estados Unidos) rechazó una ley del Estado de Washington que prohibía el suicidio asistido llevado a cabo por médicos, convirtiéndose así en el primer tribunal de ese país que otorgaba esa posibilidad a adultos mortalmente enfermos.
Los árabes tampoco están a favor de la prolongación artificial de la vida, de la estancia en los sanatorios en sus últimos años, ni de que a los pacientes se les informe de su estado, si es irremediable.
Las mujeres negras e hispanas, por su parte, están también en contra del suicidio asistido, aunque a favor de que se prolongue la vida todo lo posible, con medios artificiales. A este respecto, los hombres de ambos grupos raciales, por el contrario, se oponen a la prolongación de la vida.
Familias al cargo
Los norteamericanos, tanto negros como blancos, generalmente no esperan que sus familias los cuiden o carguen con ellos en la vejez o en la enfermedad, y son más proclives a pasar esa época de sus vidas en sanatorios o residencias para la tercera edad.
Los árabes, por el contrario, ansían que sus familias se hagan cargo de ellos y les supone un gran stress el pensar que tengan que vivir sus últimos días y morir en una residencia.
Para los hispanos, resulta muy importante el hecho de morir con dignidad y no tener que depender de sus familiares en caso de senilidad o de enfermedad grave. Por lo tanto, no se resisten tanto como los árabes a la idea de pasar sus últimos momentos con personal especializado en cuidar ancianos. Este grupo parecía más proclive que los otros a querer controlar el momento de su muerte.
Todos estos datos implican importantes diferencias en las concepciones de la muerte y de los últimos momentos de la vida, tanto entre las diferentes etnias como entre ambos sexos.
En Estados Unidos, donde la inmigración ha terminado conformando una sociedad multirracial, se debe tener en cuenta, según los investigadores, que los cuidados a ancianos y a enfermos de la tercera edad se rigen por valores occidentales que las culturas venidas de otras latitudes no pueden asumir.
Los investigadores señalan por tanto la importancia de tener en cuenta la diversidad creciente del país, así como el envejecimiento general de la población, de manera que se pueda ayudar de una forma más apropiada a cada uno de los pacientes, según su cultura y su sensibilidad (que no sólo es una cuestión cultural, sino también de género). Los recursos médicos deben, por tanto, adaptarse a la nueva realidad social estadounidense, afirman.
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