El curso político arranca este año con un episodio relevante: la dimisión del ministro francés de Transición Ecológica y Solidaria, el emblemático ambientalista Nicolas Hulot. El presidente Macron lo había convencido para formar parte de su gobierno tras los intentos fallidos de sus predecesores, Jacques Chirac y François Hollande.
Pero esta conquista política para mejorar la situación del planeta ha embarrancado después de un año porque, tal como confesó Hulot en la entrevista que concedió a France Inter, en todo este tiempo se ha sentido solo, la política medioambiental del Gobierno de Francia va demasiado lenta ante los desafíos climáticos, y sobre todo considera que la influencia de los lobbies en el gobierno representa una degradación inaceptable de la democracia.
Plantea que la situación planetaria demanda un cambio de paradigma que nadie quiere acometer y critica la “ortodoxia económica y financiera” de Europa, a la que Francia se ha plegado (como los demás países de la UE), al considerar el medio ambiente no como una inversión, sino como un gasto. La transición ecológica es inviable en este contexto, viene a decir.
La renuncia es un gran golpe para Macron, destaca el diario alemán Süddeutsche Zeitung. Desde que Estados Unidos abandonó el Acuerdo de París sobre Cambio Climático en junio de 2017, el presidente francés ha pretendido liderar la lucha contra el cambio climático. Este propósito se debilita con la retirada de Hulot, la así llamada “conciencia verde” de Francia.
Esperanza perdida
Pero esto no es lo más grave. Con Hulot desaparece también una esperanza: la posibilidad de cambiar las cosas desde dentro del sistema político. Tal como está constituido y funciona en la actualidad, no está a la altura de los desafíos planetarios.
La convivencia política está por los suelos, la corrupción asola las estructuras del poder (Clotilde Champeyrache se refiere a este proceso en su libro Quand la mafia se légalise, CNRS Editions, París 2016) y se impone un urgente cambio de mundo, como plantea en Slate el escritor francés Laurent Sagalovitsch.
Es la misma civilización la que está cuestionada, plantea Carina V. Kaplan en la obra colectiva inspirada en el pensamiento del sociólogo Norbert Elias La civilización en cuestión (Miño y Dávila 2008). Y es el reto que debemos asumir.
Lo más duro es aceptar que realmente no sabemos cómo salir del atolladero en el que estamos como civilización. Es decir, las recetas son conocidas, y de aplicarse permitirían armonizar las relaciones humanas con la naturaleza y entre los seres humanos. Sólo nos queda por resolver la ecuación energética, que está en el origen de la crisis climática: los desarrollos tecnológicos no nos permiten todavía atender los requisitos energéticos sin comprometer el medio ambiente.
Estamos pues en un impasse que Sagalovitsch describe a la perfección en su artículo: el momento que vivimos es grave, pero la sociedad no es consciente de la situación. Los políticos están atrapados en la mecánica electoral (también está detrás de la crisis suscitada por Hulot) y las empresas y los ciudadanos vivimos como si no pasara nada. Pensamos que vamos a superar la crisis global y que saldremos de esta crisis, puede que tocados, pero sin daños graves.
Desconexión, refundación, nuevo mundo
El discurso científico es diferente: mientras las instituciones políticas, empresariales y religiosas reaccionan tímidamente ante la crisis global, la comunidad científica se moviliza como referente de certezas (siempre relativas) y de posibles alternativas.
En noviembre pasado, más de 15.000 científicos hicieron un nuevo llamamiento a la humanidad para detener la carrera hacia el abismo. Plantean que son imprescindibles cambios drásticos, tanto políticos como en los comportamientos individuales, y llaman a la movilización social para que los políticos y ciudadanos reaccionen, respeten la naturaleza y cambien el modelo energético. Este llamamiento no ha caído en el olvido, pero ha sido mayoritariamente ignorado.
Estos científicos no han sido los únicos en señalar la necesidad de cambios profundos. Hace más de 30 años, el economista egipcio Samir Amin planteó para los países en desarrollo una idea que no tuvo mayor trascendencia: la desconexión (La déconnexion, Pour sortir du système mundial, La Decouverte, París 1985). Proponía que esta comunidad de naciones creara un mundo aparte del de las grandes potencias para escapar de lo que consideraba una amenaza para el desarrollo global.
Más recientemente, el ensayista francés Jean-Claude Guillebaud propuso otra idea no menos atractiva: refundar el mundo (La Refondation du monde, Seuil, París, 1999). Entiende que refundar el mundo no es restaurarlo, ni tampoco repatriar tradiciones sin reinventarlas. Se trata más bien de redefinir lealmente lo que creemos y el futuro hacia el que caminamos.
Y plantea que ha llegado el momento del encuentro entre los que saben (nosotros entendemos los científicos y los humanistas, en sentido amplio) y los que no saben, pilar fundamental para cualquier refundación. Y evocando a Hegel propone que los que saben comuniquen sus conocimientos de forma atractiva e incluso poética, para que puedan ser comprendidos.
Puede que debamos inventar otra forma de desconexión para crear un nuevo mundo, no al margen del actual, pero paralelo, en el que las nuevas ideas, iniciativas y proyectos, puedan crecer y desarrollarse y conformar una civilización más armónica que la actual. Y también que debamos pensar en refundar el mundo. De hecho, algo de todo esto está ocurriendo a pequeña escala de la mano de la sociedad civil.
Como parte de todo este proceso telúrico incipiente, nosotros estamos convocando a nuestra amplia comunidad de lectores y seguidores en torno al Club Nuevo Mundo. En el marco del diálogo ciencia-sociedad, nos hemos propuesto varios objetivos: generar y recopilar los conocimientos que nos permitan superar la crisis global; prestar servicios útiles a la transición hacia un nuevo mundo y formar a líderes en los nuevos conocimientos científicos. Buscamos las herramientas de gestión que nos ayuden a trascender el momento actual.
Pensamos que lo importante es reaccionar. Puedes sumarte a nuestro Club o a cualquier otra iniciativa que plantee medidas disruptivas que trasciendan la linealidad del presente y nos ayuden a definir un nuevo futuro. O también puedes poner en marcha más iniciativas en sintonía con tus conocimientos, habilidades e inquietudes.
La cuestión es generar y sumar un gran esfuerzo colectivo para conseguir lo que ya es una prioridad planetaria: superar la crisis global y trascender el modelo de civilización que hasta ahora nos ha acompañado con una propuesta de relaciones más armónicas con la naturaleza y entre los seres humanos.
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