«Cuando se habla de que ofrecer ayuda social es bueno para nuestra salud, por lo general se asume que los beneficios provienen del apoyo que recibimos de los demás, pero ahora parece también probable que algunos de los beneficios para la salud provengan en realidad del apoyo que brindamos a otros», ha señalado Naomi Eisenberger, profesora asistente de Psicología de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) y autora principal de un estudio sobre ayuda y salud, publicado en la edición digital de la revista Psychosomatic Medicine.
Según una nota de prensa de la UCLA, Eisenberger y el alumno de Psicología Tristen Inagaki analizaron a 20 parejas jóvenes y heterosexuales en el Centro de Cartografía Cerebral Ahmanson Lovelace.
Las 20 mujeres de estas parejas se sometieron a una resonancia magnética funcional (fMRI), que permite realizar escáneres cerebrales, mientras sus novios estaban fuera del escáner y recibían dolorosas descargas eléctricas. A veces, las mujeres podían ofrecer apoyo cogiendo el brazo de sus parejas, mientras que en otras ocasiones, tenían que ver a sus novios recibir descargas sin poder ayudarles (en estos casos, las mujeres agarraban una pelotita antiestrés). En otras ocasiones, los novios no recibían descargas, y las mujeres podían decidir si tocarlos o no.
Los científicos descubrieron que cuando las mujeres ofrecieron apoyo a sus novios ante el dolor, éstas tuvieron una mayor actividad en las regiones relacionadas con la recompensa del cerebro, incluyendo el estriado ventral y el área septal. Además, cuanta mayor era la recompensa cerebral que experimentaban estas mujeres, más unidas a sus parejas decían sentirse. Por el contrario, cuando las mujeres no brindaron dicho apoyo, estas regiones mostraron una disminución de la actividad.
«Una de estas áreas, el estriado ventral, suele estar activa como respuesta a recompensas simples como el chocolate, el sexo y el dinero», ha explicado Eisenberger. «El hecho de que el apoyo también active esta región sugiere que pueda ser procesado por el cerebro como un tipo muy básico de experiencia gratificante», comenta.
Para reducir el estrés
Los investigadores también han observado otro interesante patrón de actividad neuronal en el área septal. Además de ser un centro de placer, esta región desempeña un papel en el aumento o la reducción del estrés, mediante la inhibición de otras regiones del cerebro que procesa amenazas, como la amígdala.
Los investigadores encontraron que las mujeres que mostraron una mayor actividad en el área septal también mostraron una menor actividad en la amígdala.
«Este hallazgo sugiere que el apoyo dado puede repercutir directamente en la persona que proporciona ese mismo apoyo, reduciendo su estrés», cuenta Eisenberger, quien dirige el Laboratorio de Neurociencia Afectiva y Social de la UCLA. «La actividad en el área septal mientras se ofrece apoyo tuvo una correlación negativa con la actividad en la amígdala, que es una región conocida por desempeñar un papel en las respuestas de miedo y el estrés. Si existe alguna relación entre dar ayuda y la reducción de la actividad en esa amígdala, significa que dicha ayuda reduce el estrés».
Otros beneficios
«Ayudar a los demás tiene beneficios», cuenta Inagaki, el autor principal del estudio, quien ha recibido diferentes becas de investigación por la National Science Foundation y el programa Jacob K. Javits. «Incluso vimos más actividad en estas regiones del cerebro cuando las mujeres daban su apoyo que cuando tocaban a su novio y él no estaba sufriendo una descarga, se podría pensar que sería más agradable al tacto cuando él no está pasando por algo doloroso, pero nos encontramos con lo contrario, lo cual resulta sorprendente”.
Eisenberger cree que los beneficios por la prestación de apoyo también se aplican cuando un ser querido está experimentando otro tipo de suceso estresante, como pueden ser las situaciones emocionalmente dolorosas.
«Dar apoyo a las personas que están cerca, ya sean miembros de la familia o hijos, puede aumentar su probabilidad de supervivencia y, por tanto, la posibilidad de que los genes consigan transmitirse», comenta Eisenberger. «Debido a la importancia de ofrecer ayuda para la supervivencia de nuestra especie, es posible que a lo largo de nuestra historia evolutiva, ayudar a los demás pueda haber llegado a ser psicológicamente gratificante, para asegurar que este comportamiento persiste».
En la actualidad, Eisenberger y Inagaki están llevando a cabo más investigaciones sobre cómo ayudar a los demás puede reducir nuestras respuestas al estrés y, finalmente, contribuir a una mejora de la salud. La presente investigación fue financiada por el Senado Académico de la UCLA.
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