Los océanos albergan el 93% del CO2 mundial y los investigadores ya cuentan con un mapa pormenorizado de cómo ha se ha ido acumulando en el mar a lo largo de los últimos cuarenta años.
Esta base de datos, que se basa en 6,3 millones de datos obtenidos desde 1968 por buques comerciales y de investigación además de diversos puntos de atraque fijos, se convierte en una herramienta que permitirá a la comunidad científica evalúar con precisión cómo interactúa el cambio climático y el ciclo del carbono oceánico.
El proyecto SOCAT (Atlas del CO2 en el océano superficial), coordinado por la doctora Dorothee Bakker de la Unviersidad de East Anglia (UEA) y formado por un equipo de más de cien expertos procedentes de todos los rincones del planeta y financiado por la UE, ha compilado y recalculado esta serie de datos agrupándolos por años y décadas, que se encuentran en www.pangaea.de.
El portal es de libre acceso (gratuito) tanto para investigadores como para curiosos e incluye una sofisticada visualización de datos en línea y una herramienta de manipulación llamada Live Access Server. El servidor ofrece, además una serie de mapas interactivos que facilitan a los usuarios la consulta de la información.
Estudios sobre acidificación y nivel de PH marino
El Atlas ofrece información que servirá de base para estudios sobre la relación entre la cantidad de carbono que albergan las aguas marinas y el calor que puede absorver el oceáno y, por lo tanto, elaborar teorías sobre las consecuencias del cambio climático.
Es conocido que cuanto más CO2 sea ‘secuestrado’ en las aguas se produce una acidificación de las aguas que, a su vez, tiene efectos nocivos sobre la vida acuática.
Un aumento de la temperatura de las aguas afectará a los mecanismos de circulación y estratificación de la masa de agua, cuyo última consecuencia consistirá en la disminución del aporte de nutrientes (fertilizante) a la comunidad fotosintética.
Asimismo, el efecto directo de la temperatura sobre los procesos biológicos, las reacciones químicas y la termorregulación de las especies marinas determina la riqueza y biodiversidad del ecosistema. Si la variación de la temperatura supera la capacidad de los organismos para adaptarse, la cadena alimentaria se alterará en cascada.
El aumento de los niveles de CO2, por otra parte, está provocando el descenso del pH marino. La acidificación oceánica acarrea graves consecuencias para organismos como el plancton, corales, bivalvos, etc. que ven alterados sus mecanismos celulares de funcionamiento básico y el acceso al carbonato, el material a partir del cual se construyen las estructuras calcáreas marinas.
Por ello, muchas especies están condenadas a disolverse y, eventualmente, desaparecer, y a ellas habrá que sumar la de las otras que comparten su hábitat y que dependen directa o indirectamente de su presencia y actividad.
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