Las explotaciones ilegales están acabando con miles de hectáreas de bosque tropical y están contaminando los ríos con metales pesados
Alrededor de 500.000 personas, según las estimaciones realizadas, se dedican en la llamada zona de la Amazonía, que abarca territorios de Perú, Bolivia y Colombia, a la extracción ilegal de oro. Se establecen en improvisados campamentos que están provocando un desastre medioamiental en este basto territorio del continente.La subida del precio del mineral y las condiciones de pobreza están desatando una nueva ‘fiebre del oro’.
La crisis económica ha convertido al oro en un valor refugio para los inversores. En diez años el precio de la onza ha pasado de 270 dólares a 1.800 dólares. Esta tensión inflacionista está fomentando el resurgir de este tipo de actividad ilegal e incontrolada, sobre todo en terriotorios tradicionalmente muy pobres. El 20% de oro que circula en el planeta es extraído, en explotaciones legales o ilegales, en Sudamérica (cifras que llegan al 45% si se habla de cobre o el 50% de plata).
La extracción, tanto la artesanal como la industrial del oro, se realiza utilizando minerales pesados ( mercurio, plomo, zinc, arsenio, etc.). Estos minerales se mezclan con las piedras extraídas en las superficies donde se ha localizado la veta y, mediante un proceso de filtrado y lavado, se obtienen las pepitas. Los restos del mineral junto al agua contaminada luego son vertidas de manera incontrolada a los cauces de los ríos en este tipo de explotaciones ilegales (en las autorizadas se supone se sigue un protocolo de seguridad).
Se necesita utilizar tres gramos de mercurio para obtener un gramo de oro y unas grandes cantidades de agua. Para establecer los lavaderos es preciso desviar el caudal de los ríos, una actividad que está afectando a los recursos hídricos de la zona y que afectan de manera especial a las actividades agrícolas. Asimismo, los residuos están contaminando las capas freáticas.
Cuando finaliza la explotación, el campamento se abandona a su suerte y los mineros de desplazan a otros lugares a la búsqueda de nuevos yacimientos. Los efectos sobre la biodiversidad son irreversibles..
Destrucción del bosque tropical
Estos campamentos clandestinos, auténticas ciudades nómadas, que surgen en mitad de la nada, soló en Perú han provocado la destrucción de 20.000 hectáreas de bosque tropical en un año, según las estimaciones realizadas por el propio gobierno peruano, aunque otras fuentes aseguran que la cifra aumenta a las 150.000 hectáreas de bosque destruido. El resultado es la obtenión de 18.000 toneladas de oro.
En Colombia, 43.000 kilómetros cuadrados de su suelo se destinan a explotaciones mineras -tanto legales como ilegales- , especialmente en el centro y occidente del país y su actividad representa, según expertos, una amenaza parapara uno de los complejos hidrológicos más importantes del país, que abastece de agua a más de 4 millones de personas.
Esta zona es considerada como la despensa agrícola del país y ya se ha notado una reducción en la producción de arroz por la falta de agua por la ‘nueva’ distribución de los recursos hídricos. Eso sin contar las consecuencias a medio plazo que puede tener sobre la fertilidad de suelos y tierras por la contaminación (Colombia es considerado el país con las tasas de contaminación por mercurio más alto del mundo).
En paralelo, se desarrolla otro desastre social: miles de niños, mujeres y hombres son explotados, tanto sexual como laboralmente, en estos improvisados campamentos que no cuentan con ningún tipo de infraestructura (no hay escuelas, ni centros de salud) y que son focos de epidemias y conflictos, ya que rige la ley del más fuerte, según denuncian las ONGs que trabajan en la zona.
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