Experimentos conductuales ya habían demostrado que las mujeres son más generosas que los hombres. Ahora, investigadores de la Universidad Zúrich han podido demostrar que los cerebros femeninos y masculinos procesan el comportamiento generoso y egoísta de manera diferente, según se informa en un comunicado.
Para las mujeres, el comportamiento generoso desencadena una señal de recompensa más fuerte, mientras que los sistemas de recompensa masculina responden más fuertemente al comportamiento egoísta.
Los investigadores llegaron a esta conclusión después de haber observado el comportamiento de hombres y mujeres en un experimento con posibles opciones altruistas y egoístas. Ante un ordenador, unos sesenta participantes de edades comprendidas entre los 25 y los 35 años tenían en su poder una pequeña suma de dinero que podían, bien guardarse para sí íntegramente, o bien compartirla.
Después del experimento, las mujeres mostraron una tendencia a ser más generosas con los demás, ya fueran amigos, miembros de la familia o sencillamente desconocidos. Los hombres se mostraron al contrario mucho más egoístas.
Lo que descubrieron los científicos observando la actividad cerebral de los participantes durante el experimento es la prueba neurobiológica de una diferencia de género que explica ambos comportamientos.
A partir de imágenes cerebrales, los investigadores apreciaron que cuando las mujeres compartían con alguien el dinero que les habían confiado, ese comportamiento se correspondía con una actividad más intensa en el cuerpo estriado, una zona situada en el centro del cerebro relacionada con el sistema de recompensa, que se activa cuando se toma una decisión.
En el experimento, el cuerpo estriado se activó cuando una mujer se comportaba generosamente. En los hombres es diferente: el cuerpo estriado se activó cuando se guardaban el dinero y no lo compartían con nadie.
Según Alexander Soutschek, coautor del estudio, esta actividad cerebral se desarrolla en muchas situaciones, ya se trate de ayudar a alguien desconocido, determinar el salario de un empleado o al comprometerse socialmente.
Para confirmar esta diferencia cerebral entre géneros, los investigadores repitieron la experiencia con una salvedad: administraron a los participantes un antipsicótico (amisulprida) que reduce la neurotransmisión de dopamina en el cerebro y, consecuentemente, en el sistema de recompensa.
Bajo estos efectos, las diferencias entre hombres y mujeres saltaron de nuevo, pero a la inversa: las chicas tendían a mostrarse más egoístas y los chicos más altruistas. Como explica Soutschek, «estos resultados demuestran que los cerebros de mujeres y hombres también procesan la generosidad de manera diferente a nivel farmacológico».
Evitar conclusiones simplistas
Los investigadores advierten que no se pueden extraer de este estudio conclusiones simplistas, ya que sus resultados no indican que las mujeres nacen más generosas o naturalmente más altruistas que los hombres.
La recompensa y los sistemas de aprendizaje en nuestros cerebros trabajan en estrecha cooperación, señalan. Los estudios empíricos muestran que las niñas son recompensadas con elogios por el comportamiento generoso, lo que implica que sus sistemas de recompensa aprenden a esperar una recompensa por ayudar a otro, en lugar de asumir un comportamiento egoísta.
Con esto en mente, las diferencias de género que observamos en nuestros estudios podrían atribuirse mejor a las diferentes expectativas culturales que se influyen en los hombres y las mujeres, explica Soutschek.
Este relato de aprendizaje también está apoyado por hallazgos anteriores que señalan diferencias significativas en la sensibilidad del sistema de recompensa al comportamiento generoso o egoísta a través de las diferentes culturas.
Lo que este estudio constata, en consecuencia, es que las chicas han sido educadas para favorecer comportamientos altruistas, una educación que llega a influir sobre las conexiones cerebrales.
No hemos validado estereotipos, señalan los investigadores, sino más bien mostrado hasta qué punto los estereotipos marcan nuestros comportamientos. Un dato a tener en cuenta si se quiere avanzar hacia una sociedad más igualitaria entre géneros, añaden.
Consideran asimismo que este descubrimiento tendrá consecuencias para los estudios sobre el cerebro, ya que en el futuro estas investigaciones deberán tener en cuenta los diferentes comportamientos entre hombres y mujeres y su vinculación con la química cerebral.
Referencia
The dopaminergic reward system underpins gender differences in social preferences. Nature Human Behaviour. DOI: 10.1038/s41562-017-0226-y
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