El éxito, el fracaso o la actitud que tengamos en nuestras carreras profesionales en la edad adulta depende del tipo de padre que hayamos tenido. Al menos, eso es lo que afirma el psicólogo estadounidense Stephan Poulter, un estudioso de las relaciones padre-hijo desde hace veinticinco años, que acaba de sacar un libro al respecto, titulado “The father factor”.
Según Poulter, que también trabaja en Los Angeles con adolescentes en edad escolar, existen cinco tipos de padres: el super-triunfador, el bomba de relojería, el pasivo, el ausente y el mentor/clemente. Todos ellos influyen poderosamente en la vida laboral futura de sus hijos e hijas.
Si el padre es super-triunfador, por ejemplo, los hijos, una vez alcanzada la edad laboral, podrían tener la sensación de estar atascados, se rebelarían contra el padre y sentirían que no valen lo suficiente.
Los hijos de un padre del tipo “bomba de relojería, de un hombre que en cualquier momento puede romper en ataques de ira contra su propia familia, aprenderán a darse cuenta rápidamente del estado de humor de otras personas. Esta capacidad les permitirá ser excelentes negociadores, así como buenos profesionales en las secciones de recursos humanos de las empresas, aunque por ello no dejarán de ser personas inseguras y desconfiadas.
Miedos e inseguridad
Si el padre es pasivo ante los hijos, lo más probable es que éstos, de adultos, tengan dificultades para expresarse emocionalmente, algo necesario en un entorno laboral en el que también se gestan relaciones personales. Y si el padre está ausente durante la infancia, los hijos tendrán grandes dificultades a la hora de trabajar para jefes varones o de interactuar con figuras autoritarias masculinas, y vivirán enrabietados con dichas figuras.
Según Poulter, resulta esencial comprender la importancia de los padres en el desarrollo futuro de los hijos, tanto como padres de hijos, como hijos que no entienden por qué la carrera laboral les va de una determinada forma. Al parecer, los patrones se repiten.
Según hayan vivido su relación con los padres durante la infancia, los hombres y las mujeres pueden desarrollar un espíritu empresarial, darle mayor o menor importancia a sus carreras, vivir hastiados del trabajo o convertirse en líderes y jefes dentro de su profesión.
Poulter señala añade que la influencia del padre en la actitud frente al trabajo es uno de los secretos mejor guardados, algo de lo que muy poca gente es consciente.
¿Qué ocurre con las jóvenes?
Poulter se ha centrado sobre todo en el caso de los varones, pero también ha estudiado a las mujeres. Según explica el autor, entre los 10 y los 18 años, los padres producen que en las adolescentes crezca el sentido de la competencia. Si ese sentido no se interioriza, porque el tipo de padre no lo posibilita, la mujer sufrirá grandes desventajas en su lugar de trabajo.
Falta de confianza, que le llevarán a no arriesgar en la consecución de objetivos; sentimientos de inferioridad, así como deseo de no parecer demasiado “mandona” entre los compañeros masculinos; intento de conseguir la aprobación de los jefes varones, no ya por los propios logros laborales, sino por comportamientos infantiles o de aprovechamiento de la propia belleza, serán consecuencia de su falta de confianza en sí mismas.
Para hombres y mujeres, por tanto, resulta crucial tener una buena relación con su padre para poder desarrollar una personalidad segura y confiada en el futuro, a nivel laboral y a todos los niveles. Por eso, Paulter aconseja a los nuevos padres que se impliquen: tocar a los bebés, hablarles, pasar tiempo con ellos y mantenerse en una actitud participativa con los hijos durante toda la vida resulta primordial.
En el caso de padres divorciados, en la que la ausencia suele ser casi inevitable, da recomendaciones muy específicas: si uno no quiere convertirse en un padre del tipo ausente por el hecho de no vivir bajo el mismo techo que sus hijos debe: no criticar a la madre de éstos, aprovechar cada minuto que tenga para estar con ellos; en ese tiempo, actuar como si viviera siempre con ellos, y evitar lo que él llama “el síndrome del padre Disneyland”, esto es, que intente ganarse el cariño de sus hijos comprándoles todo lo que quieran. El futuro laboral de los hijos e hijas podría estar en sus manos.
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