Más de 15.000 científicos de 184 países publican en la revista BioScience una declaración en la que aseguran que la Tierra se enfrenta inexorablemente a una emergencia climática.
Señalan que, como científicos, tienen la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica y de explicar la crisis tal cual es.
Añaden que desde la primera conferencia mundial sobre el clima, celebrada en 1979, que señaló alarmantes tendencias para el cambio climático y demandaba una acción urgente, todo lo que se ha hecho no ha conseguido despejar las amenazas.
Ni la Cumbre de Río de 1992, ni el Protocolo de Kioto (1997), que pretendía reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI), ni el Acuerdo de París de 2015, que pretendía controlar el calentamiento global, han conseguido contener las emisiones contaminantes.
«A pesar de 40 años de negociaciones globales importantes, hemos seguido haciendo negocios como de costumbre y no hemos logrado abordar esta crisis», explica William J. Ripple, profesor de la Universidad estatal de Oregón y uno de los directores de esta investigación, en un comunicado.
Y añade: «el cambio climático ha llegado y se está acelerando más rápido de lo que muchos científicos esperaban».
Estilo de vida
A lo largo de su artículo, explican que la crisis climática está estrechamente vinculada al consumo excesivo propio del estilo de vida rico y que los países más prósperos son los principales responsables de las emisiones históricas de GEI, ya que generalmente tienen las mayores emisiones per cápita.
Para estos investigadores, los datos alarmantes en relación con las actividades humanas se refieren al aumento de la ganadería y de la producción de carne per cápita, del consumo de combustibles fósiles, del número de pasajeros aéreos, de las emisiones de CO2 y de las emisiones per cápita de CO2, todo ello en un contexto de aumento del PIB mundial y de pérdida global de cobertura arbórea.
También apuntan datos alentadores relativos, como la disminución de las tasas globales de natalidad (aunque se ha desacelerado en los últimos 20 años) y la moderación en la deforestación de la selva amazónica, que sin embargo ha vuelto a aumentar.
También destacan como alentadoras la progresión en el uso de las energías solar y eólica, la desinversión institucional en combustibles fósiles y la proporción de emisiones GEI cubiertas por los impuestos al carbono, impuestos que consideran deberían aumentar todavía más para frenar la escalada climática.
Puntos de inflexión irreversibles
El tono se vuelve más grave cuando los científicos hablan de que siguen aumentando las emisiones de al menos tres GEI (CO2, metano y óxido nitroso) y la escalada de la temperatura global en superficie, así como cuando señalan la acelerada pérdida de los hielos polares y de los glaciares, la acidificación de los océanos, el aumento del nivel del mar y de los episodios de clima extremo, todo ello con profusión de datos rigurosos que hablan de apocalipsis climático.
Al respecto son muy explícitos: el cambio climático es mucho más severo de lo previsto, amenaza a los ecosistemas naturales y al destino de la humanidad, aseguran taxativamente en su artículo.
Les preocupan especialmente posibles puntos de inflexión climáticos irreversibles y el recrudecimiento de fenómenos atmosféricos, marinos y terrestres, que nos pueden llevar a una Tierra de invernadero que estaría fuera del control humano.
Cuando hablan de Tierra de invernadero se refieren a lo que ha advertido otro grupo de científicos en un artículo publicado en PNAS el año pasado: las retroalimentaciones de los diferentes episodios climáticos extremos pueden arrastrar a nuestro planeta hacia un umbral sin retorno de calentamiento continuo, incluso aunque se reduzcan las emisiones contaminantes.
“Estas reacciones en cadena climática podrían causar alteraciones significativas en los ecosistemas, la sociedad y las economías, lo que podría hacer que grandes áreas de la Tierra terminen siendo inhabitables”, escriben los autores del artículo en BioScience.
Hay que cambiar
Concluyen señalando que, para asegurar un futuro sostenible, debemos cambiar la forma en que vivimos, de tal manera que mejoren los signos vitales del planeta señalados en su artículo.
Consideran que el crecimiento económico y de la población se encuentra entre los impulsores más importantes del aumento de las emisiones de CO2, debido a la combustión de combustibles fósiles.
Por este motivo, plantean la necesidad de transformaciones audaces y drásticas con respecto a las políticas económicas y de población.
Los científicos proponen, concretamente, reforzar las medidas para la transición energética, la reducción de las emisiones de metano y del hollín resultante de productos domésticos, restaurar y proteger ecosistemas como bosques, praderas, turberas, humedales y manglares, reducir el consumo de productos cárnicos y sustituirlos por vegetales, potenciar una economía libre de carbono y estabilizar la población humana.
Salvar a la humanidad
Por último, reconocen que los organismos gubernamentales están haciendo declaraciones de emergencia climática y que el compromiso de los escolares es llamativo.
También destacan que diversas demandas por ecocidio se están llevando a cabo ya en los tribunales y que los movimientos de ciudadanos de base exigen cambios, a los que muchos países, Estados y provincias, ciudades y empresas, están respondiendo.
“Como Alianza de Científicos del Mundo, estamos listos para ayudar a los tomadores de decisiones en una transición justa hacia un futuro sostenible y equitativo», concluyen.
Este llamamiento no es el primero de este grupo de científicos. Tal como informamos en otro artículo, en 2017 difundieron un primer documento, firmado por más de 15.000 científicos de 184 países, en el que imploraban a la humanidad que salvase al planeta. Ahora han ido un paso más lejos: se trata de salvar a la humanidad.
Referencia
World Scientists’ Warning of a Climate Emergency. William J Ripple et al. BioScience, biz088, DOI:https://doi.org/10.1093/biosci/biz088
Declaración en español (versión oficial) pdf (229 kb)
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