La manera de pensar abre el camino a la obesidad, que por medio de los genes se vincula a la estructura y funcionamiento del cerebro, ha descubierto una investigación de la Universidad McGill publicada en PNAS.
El estudio se basa en los datos de imagen de resonancia magnética (IRM) y en test cognitivos desarrollados con 1.200 personas procedentes del Proyecto Connectome Humain. Analizando estos datos, los investigadores han descubierto que las personas con un Índice de Masa Corporal (IMC) alto, muestran una flexibilidad cognitiva, capacidad de gratificación, competencias visuoespaciales y memoria verbal menores que las demás personas.
También apreciaron que estas personas tienen una tendencia a presentar una corteza prefrontal izquierda más gruesa y un córtex prefrontal derecho más delgado. Además, el volumen de la amígdala izquierda, a la que se le atribuye un papel en la reacción a los estímulos alimenticios, es mayor en las personas con el IMC elevado, así como el volumen de las estructuras cerebrales asociadas a la memoria episódica y la mediación contextual.
En consecuencia, según los investigadores, es posible diseñar un modelo según el cual las personas que tienen propensión a la obesidad son más sensibles que las demás a los estímulos alimenticios visuales, así como menos aptos para resistirse a sus encantos, obviando así el aspecto negativo de la alimentación, como el aumento de peso.
Numerosas personas analizadas en el estudio eran hermanos o hermanas, incluso algunos gemelos idénticos. De esta forma, los investigadores pudieron determinar el carácter transmisible de los factores relacionados con la obesidad, medido a través del IMC.
Aplicando métodos estadísticos, los investigadores han descubierto que numerosos aspectos cognitivos y neurológicos están vinculados a la obesidad, sugiriendo incluso que el papel de la genética en la obesidad se manifiesta al menos en parte por medio de la anatomía cerebral y de las funciones cognitivas.
Uku Vainik, autor de responsable del estudio, explica en un comunicado que “esta investigación será útil para el desarrollo de intervenciones destinadas a ayudar a las personas afectadas por la obesidad”.
Entrenamiento cognitivo
Añade que la modificación de los factores neuro-comportamentales a través del entrenamiento cognitivo puede mejorar, por ejemplo, la aptitud a resistir la tentación de comer.
Las intervenciones no se limitarían a la dieta, sino que incidirían sobre todo en el perfil neuro-comportamental con el que la obesidad está relacionada genéticamente. Estas intervenciones podrían ayudar a contener el aumento de peso a pesar de la presión genética, concluye.
Alain Dagher, autor principal del estudio, añade que “esta investigación refuerza la teoría según la cual el control del peso depende en parte de los sistemas cerebrales de alto nivel que intervienen en la cognición, la toma de decisiones y la motivación”.
Añade que las diferencias individuales de los sistemas cerebrales que rigen el consumo de alimentos son moderadamente transmisibles genéticamente, lo que significa que la genética no es el factor determinante en la aparición y control de la obesidad.
Según la OMS, la obesidad ha alcanzado proporciones endémicas a nivel mundial, ya que mata cada año a casi tres millones de personas. La obesidad se alcanza cuando el índice de masa corporal (IMC, cociente entre el peso y la estatura de un individuo al cuadrado) es igual o superior a 30 kg/m².
Referencia
Neurobehavioral correlates of obesity are largely heritable. Uku Vainik et alia. PNAS. DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.1718206115
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