La tecnología puede ayudar a combatir los efectos del cambio climático, según un dossier que publica en su edición de agosto la revista Popular Science. La revista considera que existen soluciones alternativas a la reducción del consumo de productos contaminantes. Esas tecnologías podrían ser aplicadas en los próximos años para refrescar el clima de la Tierra, si realmente demuestran su viabilidad y eficacia.
El dossier, en realidad, recoge las conclusiones de una reflexión suscitada en el seno de la comunidad científica por el Presidente Bush, en el marco del Climate Change Technology Program. El dossier detalla una serie de tecnologías susceptibles de ser aplicadas en las próximas décadas.
Una de las tecnologías consiste en enterrar bajo tierra el dióxido de carbono (CO2), en un estado conocido como supercrítico, así como otros gases de efecto invernadero como el metano. Algunas experiencias desarrolladas en el marco del Weyburn Project confirman lo que se ha avanzado en este campo, al que nos referimos oportunamente en otro artículo de Tendencias.
Otra de las tecnologías descritas consiste en retirar las moléculas de CO2 presentes en el aire mediante filtros gigantes, si bien se considera una tecnología cara en relación con los resultados previsibles.
La fertilización de los mares estériles del globo con hierro en polvo para favorecer el crecimiento de plancton, gran consumidor de CO2, es otra de las alternativas consideradas, si bien entraña el riesgo de que esta terapia marina tenga efectos nocivos sobre las cadenas alimenticias de las especies marinas.
Otras posibilidades consideradas son la petrificación del CO2 mediante reacciones químicas deliberadas para reducir su impacto medioambiental, así como aumentar la nubosidad del planeta para disminuir la luz solar recibida por la Tierra, a partir de las condensaciones tropicales.
Colocar un gran espejo gigante entre la Tierra y el Sol es otra de las tecnologías propuestas, que supuestamente filtraría el 1% de las radiaciones infrarrojas y permitiría estabilizar el clima terrestre. Es la alternativa más cara y sólo se utilizaría si las demás no se aceptaran.
Anillo de partículas rodeando la Tierra
Además de estas propuestas recogidas por Popular Science, existen otro conjunto de medidas elaboradas por el Climate Change Technology Program que pueden consultarse aquí.
Por otro lado, la revista Acta Astronautica publica en su edición de julio un interesante artículo del que informa Livescience. En ese artículo se señala que el calentamiento global podría detenerse gracias a un anillo artificial que rodeara la Tierra.
Sería un anillo formado por pequeñas partículas y por naves espaciales con paraguas reflectantes que darían sombra a los trópicos. De esta forma, se evitarían las temperaturas extremas que afectan a esta zona del planeta.
El anillo, no obstante, tendría efectos secundarios, puesto que iluminaría incluso la noche terrestre: deberíamos vivir como si siempre tuviéramos Luna llena, debido a la dispersión permanente de las partículas de luz solar que provocaría el anillo.
Imitación de la naturaleza
Esta posibilidad de dispersar la luz solar se da en la naturaleza. En las erupciones volcánicas se bombean aerosoles a la atmósfera, lo que enfría el clima global alrededor de un grado. Esta fórmula se ha propuesto también para realizarla artificialmente, añadiendo polvo metálico a las nubes de humo, de tal forma que éste llegue a la atmósfera y reflecte mayor cantidad de luz solar en dirección al espacio.
En el caso del anillo, las partículas reflectantes deberían provenir del interior de la Tierra, de la Luna o de asteroides. Se pondrían en órbita alrededor del ecuador terrestre. Alternativamente, podrían utilizarse también pequeñas naves espaciales que desplegaran paraguas reflectantes.
De esta manera, al lanzar sombra sobre los trópicos en primer lugar, se conseguiría una efectividad máxima en el enfriamiento de las partes más calientes de nuestro planeta. El coste total de este proyecto de anillo terrestre representaría la mitad del presupuesto de la NASA y ahorraría muchas inversiones compensatorias establecidas en el protocolo de Kyoto, según sus promotores.
Nuevas preocupaciones
De la publicación de ambos artículos, que a pesar de su apariencia responden más a las posibilidades tecnológicas reales que a la ciencia ficción, se desprende que la preocupación política por el cambio climático aumenta a medida que se acentúan sus efectos perceptibles.
La idea de que la tecnología puede evitar la reducción del consumo de productos contaminantes que tanto condiciona el crecimiento económico, es uno de los argumentos de la Administración Bush para rechazar los compromisos del Protocolo de Kyoto.
Para Estados Unidos, la solución a largo plazo del problema climático no está en moderar el crecimiento económico, sino en aplicar tecnologías que permitan reducir el impacto del CO2 en el clima y estabilizar de esta forma la tendencia al alza de la temperatura global.
Estas tecnologías, ciertamente, pueden ser útiles, pero todavía no están validadas completamente en ninguno de los casos. La política de mantener los niveles de contaminación a la espera de que la tecnología resuelva el problema suscita por lo demás inquietudes, tal como ha reflejado la revista Automates Intelligents.
De un lado, porque esa política refleja un nuevo intento de protagonizar progresos tecnológicos a favor de empresas que pertenecen a uno solo de los países del planeta, ya que la realidad es que son por lo general estas empresas las que están mejor preparadas para estos desafíos tecnológicos.
De otro lado, inquieta la reiterada actitud norteamericana de promover tecnologías y decisiones que afectan al conjunto del planeta, sin tener en cuenta las opiniones y propuestas de los demás países.
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