Disminución de la biodiversidad, pérdida de suelo fértil, destrucción de los recursos acuíferos e incluso de los recursos naturales que son útiles al hombre, así como la pérdida del 50% de las especies vegetales actualmente presentes, son algunos de los desastres que vaticina para Europa un estudio realizado por el Instituto de Investigación del Impacto Climático de la ciudad alemana de Postdam (Alemania), que publica la revista Science.
El estudio confirma que Europa se calienta: hay variaciones según las regiones, pero en general es un hecho empírico que la temperatura del viejo continente ascenderá entre 2,1 y 4,4 grados de ahora a finales de siglo, y que este aumento de las temperaturas será más acuciado en las zonas septentrionales del Viejo Continente.
La reducción de tierras de explotación agrícola a favor de zonas protegidas, bosques o fuentes de energía ecológica, resultará muy positiva para el medioambiente, y aportará nuevas formas de beneficio económico, como la de la producción de energías alternativas (en lugar de la tradicional fuente de beneficio de la producción alimenticia).
En lo referente a las lluvias, todos los escenarios señalan que seguirán siendo cada vez más escasas en el sur, sobre todo durante el verano, mientras que aumentarán en el norte de Europa.
Menos agua
Por otro lado, se espera un aumento de la población, lo que unido al cambio climático reducirá la disponibilidad del agua, que será deficiente en numerosas regiones, en particular en el mediterráneo. La demanda creciente del agua para riego y para el turismo agravará esta situación.
La disminución de las nevadas en zonas montañosas (lo que en épocas estivales provocará cortes de agua) es otro riesgo contemplado: en los Alpes, la cota de nieve pasará de los 1.300 metros de altura actuales a los 1.500 e incluso los 1.750 metros a finales de siglo.
Los efectos en la biodiversidad serán especialmente adversos en Europa, con la pérdida del 50% de las especies vegetales actualmente presentes. Esta inmensa pérdida se producirá sobre todo en las regiones más sensibles, como los macizos de montaña y el mediterráneo.
En cuanto a la desaparición de las especies animales, podría compensarse con la aparición de nuevas especies, emigradas a las regiones abandonadas por las primeras, pero esta situación dependerá de la capacidad intrínseca de las especies para moverse como ha sucedido en otras ocasiones (por ejemplo, durante las glaciaciones). La consecuencia será una transformación en numerosas regiones de la flora y de la fauna.
Situaciones irreversibles
En el norte de Europa habrá una tendencia mayor que en el sur del continente de desarrollar planes de gestión de energía ecológica. De la misma manera, la producción forestal aumentará globalmente a nivel europeo, especialmente en el norte, por la utilización de una mayor cantidad de superficie con estos fines.
Pero, a pesar de este aumento potencial, las decisiones de gestión silvícola seguirán estando reguladas por las leyes del mercado y las políticas públicas. Las regiones mediterráneas deberán tener en cuenta los riesgos relacionados con el incremento cada vez mayor de los incendios.
El estudio ha demostrado que, incluso en los casos más óptimos, esto es, en los escenarios en los que se han supuesto políticas especialmente centradas en la recuperación y la gestión ecológicas, nos encontraremos con problemas importantes que, por lo tanto, son ya prácticamente irreparables: la escasez de agua, la pérdida de fertilidad orgánica del suelo o la reducción de la biodiversidad seguirán siendo inevitables.
España, en el ojo del huracán
El estudio señala además que España es uno de los países más vulnerables: aumento de las temperaturas, reducción de las precipitaciones –con el consecuente agravamiento y alargamiento de los periodos de sequía- y aumento de riesgo de incendios es lo que nos depara el futuro.
Las regiones mediterráneas son las más vulnerables, y los problemas que afectarán a la Península Ibérica serán los mismos en esas regiones: restricciones de agua (para el año 2080, entre un 14% y un 38% de los habitantes de las zonas mediterráneas vivirán en áreas en las que habrá menos agua que ahora), pérdida de potencial agrícola y alteración del sistema hidrológico en áreas montañosas.
El estudio confirma que para asegurar que siga habiendo recursos para los humanos en la Tierra, debemos aceptar que formamos parte del ecosistema global y que, por lo tanto, nuestra producción y explotación del planeta debe modificarse sustancialmente.
La expansión de la cultura bioenergética y de las superficies de bosque, así como de las regiones destinadas a la conservación de la biodiversidad, en lugar de a la explotación agrícola, será esencial para que los escenarios no resulten devastadores.
Asimismo, las predicciones variarían para mejor si se realizaran modelos de gestión de los recursos naturales que tuvieran en cuenta la ecología, la emisión de gases contaminantes a la atmósfera y la correcta explotación de la tierra.
Escenarios hipotéticos
Los escenarios elaborados por este estudio han sido posibles gracias a una serie de hipótesis acerca de las orientaciones de la sociedad global y de sus consecuencias en términos de políticas energéticas.
En su elaboración se han contemplado tres horizontes posibles (2020, 2050 y 2080) para 15 países de la Unión Europea, más Noruega y Suiza. Estos escenarios son los primeros realizados en Europa con estas características y sólo deben ser contemplados como hipotéticos.
En el estudio han participado también el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, el Museo Nacional de Ciencias Naturales Europeo y el Laboratoire D’Ecologie Alpine de Grenoble (en Francia).
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