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Los ansiolíticos reducen la empatía

Las ratas que toman el ansiolítico midazolam pierden empatía. En un experimento, las medicadas eran menos propensas a sacar a una compañera de una trampa, mientras que si en lugar de una rata había chocolate, la probabilidad de que activaran el mecanismo para cogerlo no se reducía. Además, las ratas más estresadas también eran menos propensas a salvar a sus compañeras.

Los ansiolíticos reducen la empatía

Un estudio reciente ya había demostrado que el paracetamol reduce la empatía. Ahora, otro ha comprobado que las ratas que reciben midazolam, un medicamento contra la ansiedad, son menos propensas a liberar a compañeros atrapados porque este medicamento también disminuye su empatía.

La investigación, realizada por neurocientíficos de la Universidad de Chicago (EE.UU.) y publicada en la revista Frontiers in Psychology, valida estudios que muestran que las ratas están emocionalmente motivadas para ayudar a otras ratas en peligro.

En éste, las ratas tratadas con midazolam no abrían la puerta de un dispositivo de contención en el que había una rata atrapada, mientras que las ratas de control sí liberaban normalmente a sus compañeras atrapadas.

El midazolam no interfería con la capacidad física de las ratas para abrir la puerta de contención, sin embargo. De hecho, cuando el dispositivo contenía chocolate en lugar de una rata atrapada, las ratas de la prueba sí abrían la puerta normalmete. Los resultados muestran que el acto de ayudar a los demás depende de las reacciones emocionales, que están amortiguadas por los medicamentos contra la ansiedad.

«Las ratas se ayudan entre sí porque se preocupan», dice Peggy Mason, profesor de neurobiología, en la información de la universidad. «Tienen que compartir los sentimientos de la rata atrapada para ayudarla, y eso es un hallazgo fundamental que nos dice algo sobre la forma en que funcionamos, porque somos mamíferos como las ratas.»

Los experimentos utilizan una prueba de ratas diseñada originalmente en un estudio de 2011 publicado en Science. En esos primeros experimentos, el equipo colocó dos ratas que normalmente comparten una jaula en un campo de prueba especial. Una rata estaba atrapada en un dispositivo dentro de una jaula, mientras que la segunda era libre para moverse por la jaula, y podía ver y oír a su compañera. En ese estudio, las ratas aprendían rápidamente a liberar a sus compañeras de jaula atrapadas.

Físico

El estrés, al igual que lo que sucede al ver y oír a un compañero atrapado, desencadena la glándula adrenal y el sistema nervioso simpático y provoca síntomas físicos, tales como un aumento de la frecuencia cardíaca y presión arterial alta.

Para probar si el comportamiento de ayuda de las ratas estaba impulsado por estos cambios físicos, Mason y su equipo llevaron a cabo una serie de experimentos, dando a las ratas nadolol, un bloqueador beta similar a los utilizados para tratar la presión arterial alta. El nadolol impide que el corazón palpite y otros signos corporales de respuesta al estrés. Las ratas que recibieron nadolol resultaron tener las mismas probabilidades de ayudar a sus compañeros que los inyectados con una solución salina o con nada en absoluto.

«Lo que dice esto es que no tienen que estar activadas fisiológica y periféricamente para ayudar. Basta con que les importe en el interior de su cerebro», dice Mason.

El equipo también creó un modelo estadístico para averiguar si ayudar a otras ratas era un comportamiento gratificante que se reforzaba con el tiempo, o si simplemente se sentían más cómodas con el entorno de pruebas y mejoraban su capacidad de abrir el limitador.

Utilizando los datos obtenidos a partir del comportamiento de las ratas durante los experimentos, el estudiante de grado Haozhe Shan calculó la probabilidad de que cada rata liberara a una compañera en cada sesión de evaluación. A continuación, proyectó estas probabilidades en más de 10.000 intentos simulados, manteniendo cada ensayo independiente, lo que significa que si una rata abría el sistema de seguridad un día, no aumentaba la probabilidad de que lo abriera al día siguiente.

Cuando Shan comparó los datos simulados con los de los experimentos, vio que las ratas no tratadas se comportaron mejor que lo predicho en las simulaciones. Si liberaban a un compañero un día, la probabilidad de que lo hicieran de nuevo al día siguiente aumentaba, lo que significa que el comportamiento estaba siendo reforzado. Mientras, las ratas que recibieron midazolam no eran más propensas a liberar a un compañero de un día para otro, incluso si lo habían hecho el día anterior.

«Tomamos esto como una señal de que las ratas que recibieron midazolam no encuentran el resultado gratificante, presumiblemente debido a que no les resulta una situación preocupante para empezar», dice Shan.

Mason y su equipo también midieron los niveles de corticosterona, una hormona del estrés, en las ratas cuando se las exponía primero al compañero de jaula atrapado, y los compararon con su comportamiento posterior. Aquellos con respuestas de nivel bajo a medio eran más propensos a liberar a sus compañeros después.

Encontraron que los que tienen los más altos niveles de corticosterona, es decir, aquellos a los que estresaba más la situación, eran los menos propensos a ayudar a sus compañeros de jaula. Esto encaja bien con los resultados en seres humanos, que sugieren que con el tiempo el alto estrés inmoviliza en lugar de motivar.

Mason dice que esta investigación confirma aún más la investigación previa sobre las ratas, y por extensión otros mamíferos, incluidos los seres humanos: están motivados por la empatía y encuentran gratificante el acto de ayudar a los demás.

«Ayudar a los demás podría ser su nuevo medicamento. Vaya a ayudar a otras personas y se sentirá muy bien», dice. «Creo que es un rasgo de los mamíferos que se ha desarrollado a través de la evolución. Ayudar a otro es bueno para la especie».

Referencia bibliográfica:

Inbal Ben-Ami Bartal, Haozhe Shan, Nora M. R. Molasky, Teresa M. Murray, Jasper Z. Williams, Jean Decety, Peggy Mason: Anxiolytic Treatment Impairs Helping Behavior in Rats. Frontiers in Psychology (2016). DOI: 10.3389/fpsyg.2016.00850.

RedacciónT21

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