Cada año, 1,7 millones de personas sufren lesiones traumáticas en la cabeza. Aproximadamente, el 75% de estas lesiones son leves y muchos de los accidentados no reciben atención médica. Las lesiones de este tipo no interrumpen la función del cerebro, sin embargo, su impacto a largo plazo puede conllevar cambios en la cognición, el lenguaje y las emociones, incluyendo irritabilidad, impulsividad y comportamientos violentos.
Así lo han confirmado Sarah Stoddard y Marc Zimmerman, investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan (en Estados Unidos), tras ocho años de estudio.
Los científicos afirman, en una nota de prensa emitida por dicha universidad, que los jóvenes que han sufrido una lesión en la cabeza (definiendo una lesión en la cabeza como un golpe que provoca la inconsciencia, una conmoción cerebral o una fractura de cráneo) a lo largo de su vida son más propensos a comportarse de forma violenta en determinadas situaciones.
El informe, que aparece en la edición actual de la revista Pediatrics, es uno de los pocos estudios realizados hasta la fecha para examinar los efectos a largo plazo de las lesiones en la cabeza entre la población joven. La mayoría de investigaciones similares se han realizado entre la población reclusa.
Estudiado en jóvenes de zonas urbanas
Para completar su trabajo de investigación, Stoddard y Zimmerman utilizaron datos obtenidos de la observación de adolescentes de la Escuela de Salud Pública de la ciudad de Flint (Michigan). El estudio aborda múltiples temas relacionados con la juventud residente en zonas urbanas.
Stoddard señala que «las contusiones no son necesariamente consecuencia de lesiones deportivas. Podrían ser de un accidente de coche o de una conducta violenta anterior”. Para comprobar la relación entre lesión cerebral y violencia, los investigadores entrevistaron durante ocho años a un grupo de estudiantes de cuatro centros educativos de Flint.
En los últimos años de estudio, concretamente en los cursos de quinto y sexto, los científicos preguntaron a los participantes si habían sufrido alguna vez una lesión en la cabeza. Aquellos que dijeron que sí -un 23% de los encuestados- fueron quienes mostraron un comportamiento más violento en todos esos años de investigación.
Los investigadores afirman que esta relación entre lesiones cerebrales y conducta violenta se acentúa aún más si el golpe se ha producido recientemente. «Encontramos que el vínculo entre una lesión en la cabeza y una respuesta violenta se hacía mayor cuando la contusión cerebral era más reciente en el tiempo, incluso después de controlar otros factores como el comportamiento violento anterior», revela Stoddard.
Materia gris y violencia
La relación entre violencia y cerebro ha sido también objeto de estudio de otra investigación, en concreto, de un grupo de científicos de la Universidad de Duisburg-Essen, en Alemania.
En este otro trabajo, publicado en la revista Archives of General Psychiatry y recogido por EurekAlert, sus autores observaron, a través de imágenes cerebrales, cómo los hombres con un historial de comportamiento violento tienen un mayor volumen de materia gris en determinadas áreas del cerebro. Además, los científicos confirmaron que en hombres con antecedentes de trastornos por uso de sustancias (TUS), el volumen de materia gris disminuye.
Según los investigadores, el comportamiento violento puede provenir de una mezcla compleja de factores biológicos, psicológicos y sociales.
«La interpretación de los estudios de la morfología del cerebro de los delincuentes violentos es más limitada por el hecho de que la mayoría de estos hombres presenta un trastorno por consumo de sustancias», matiza Boris Schiffer, uno de los autores del estudio.
En esta investigación, fueron comparados delincuentes violentos tanto con TUS como sin este transtorno, con hombres no violentos que presentaban un cuadro de TUS y otros que no lo padecían. El primer grupo lo formaron personas de los centros penitenciarios y hospitales forenses, y el segundo grupo, de los programas de pacientes psiquiátricos externos.
Expertos en psiquiatría evaluaron en los participantes, todos ellos hombres de entre 23 y 54 años, los trastornos mentales, la psicopatía, conducta agresiva, e impulsividad, y lo hicieron mediante la proyección de imagen de resonancia magnética estructural.
Los investigadores identificaron diferencias notables en los cerebros de estos hombres. La más significativa la encontraron en los participantes con antecedentes de violencia, que tenían un mayor volumen de materia gris en la zona mesolímbica del cerebro, ligada a los sentimientos de deseo y la recompensa, así como al comportamiento antisocial y la psicopatía, en comparación con los participantes no violentos, independientemente de los antecedentes de TUS.
En cambio, los hombres que presentaban trastornos por consumo de sustancias, independientemente de sus antecedentes violentos, mostraban una proporción de materia gris menor en áreas del cerebro que juegan un papel importante en el comportamiento social y la inhibición.
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