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¿Por qué creen los niños en la vida eterna?

¿Por qué creen los niños en la vida eterna?

Muchas personas creen que una parte de sí mismas vivirá para siempre. ¿Por qué? Científicos de la Universidad de Boston han analizado el origen de esta creencia con dos grupos de niños de diferentes culturas. Descubrieron que todos pensaban que en ellos había una parte “eterna”, vinculada a sus emociones y deseos. Los investigadores concluyen que, por tanto, esta creencia tendría su origen en una capacidad cognitiva típicamente humana: el razonamiento social.

¿Por qué creen los niños en la vida eterna?

Muchas personas, independientemente de su raza, religión o cultura, creen una parte de sí mismas -un alma o quizá su esencia- trascenderá la muerte de su propio cuerpo y vivirá para siempre.

Esta creencia podría estar fuertemente arraigada en el cerebro humano desde la infancia, sugiere un estudio de la Universidad de Boston (EEUU) detallado en la revista Child Development.

En la investigación, que se basó en el concepto de “pre-vida” o vida antes de la concepción y el nacimiento, fueron entrevistados 283 niños de Ecuador. Un subgrupo de éstos pertenecía a una comunidad indígena de la cuenca amazónica (los shuar), y otro a la ciudad de Quito. La mayoría de los niños urbanos eran católicos.

El catolicismo enseña que la vida sólo comienza con la concepción, mientras que la cultura shuar no tiene creencias culturales sobre la existencia de vida antes del nacimiento. Por otro lado, los niños indígenas tienen una exposición regular al nacimiento y a la muerte a través de la caza y de la agricultura, por lo que los investigadores esperaban que tuviesen una visión más racional sobre estos temas.

Si las influencias culturales resultan primordiales en este aspecto, razonaron los autores del estudio, tanto los niños urbanos como los indígenas debían rechazar la idea de la vida antes de nacer.

Parte eterna vinculada a la emoción

Contra todo pronóstico, sin embargo, las respuestas de los niños de ambos grupos sobre una posible existencia pre-vida fueron sorprendentemente parecidas: los niños de ambos grupos consideraban que, de alguna manera, una parte de ellos había existido antes de ser concebidos.

Curiosamente, esa parte “eterna” no consistía en habilidades o capacidades de razonamiento, sino en esperanzas, deseos o emociones.

La indagación se hizo de la siguiente forma: se mostraron a los niños dibujos de un bebé, una mujer joven; y de la misma mujer durante su embarazo. A continuación, se le hicieron a los niños una serie de preguntas sobre sus capacidades, pensamientos y emociones durante cada período: como bebé, en el útero, y antes de la concepción.

Los niños de ambos grupos dieron respuestas muy similares, a pesar de pertenecer a culturas radicalmente diferentes. Los pequeños afirmaron que sus cuerpos no existían antes del nacimiento, y que por tanto, entonces, no tenían la capacidad de pensar o de recordar.

Sin embargo, en ambos grupos los niños señalaron que sus emociones y deseos sí existían en ese mismo momento. Por ejemplo, aunque en general afirmaron que no tenían ojos y no podían ver cosas antes de nacer, a menudo señalaron que se habían sentido felices de encontrarse pronto con su madre o tristes por sentirse al margen de su propia familia.

«Ni siquiera se daban cuenta de que se estaban contradiciendo a sí mismos», explica Natalie Emmons, autora del estudio, en un comunicado la Universidad de Boston. Los niños “parecían pensar que habían existido en algún tipo de forma eterna, vinculada a sus emociones y deseos «.

Indagando en las raíces

El presente estudio encaja en un creciente cuerpo de análisis sobre las raíces cognitivas del fenómeno religioso.

«Este trabajo muestra que es posible estudiar las creencias religiosas desde un punto de vista científico», afirma Deborah Kelemen, co-autora del artículo de Child Development. «Al mismo tiempo, nos ayuda a entender algunos aspectos universales de la cognición humana y de la estructura de la mente.»

Durante mucho tiempo, los especialistas han sospechado que las personas desarrollan ideas sobre el más allá a través del contacto con la cultura o por medio de la instrucción religiosa. Sin embargo, a Emmons se le ocurrió que, tal vez, la idea de la inmortalidad en realidad surgiera de la intuición.

Del mismo modo que los niños aprenden a hablar sin instrucción formal, ¿podría ser que intuyesen de manera innata que una parte de su mente podía existir antes de que existiera su propio cuerpo?

Por eso realizó este estudio, centrándose en la pre-vida o periodo previo a la concepción, con niños sin ideas preconcebidas sobre el concepto, para tratar de dilucidar lo que espontáneamente creían.

Causas cognitivas

¿Por qué ha evolucionado en los seres humanos de manera aparentemente universal esta creencia en la existencia eterna de nuestras emociones? Según Emmons, este rasgo podría ser un subproducto de nuestro razonamiento social, altamente desarrollado.

«Nos viene muy bien averiguar lo que otros están pensando, sus emociones, sus deseos, porque eso nos ayuda a predecir comportamientos. Debido a que esta capacidad es tan útil y tan poderosa, puede fluir hacia otras partes de nuestro pensamiento. Por eso, a veces vemos conexiones donde no las hay; esperamos que haya un plan maestro en el universo, vemos propósito cuando no hay ninguno o nos imaginamos que el alma puede vivir sin un cuerpo”, explica.

Todas estas ideas, aunque no sean científicas, son naturales y están profundamente arraigadas en el ser humano. «Tenemos la capacidad de reflexionar y de razonar científicamente, y tenemos la capacidad de razonar a partir de la intuición. Y, dependiendo de la situación, una capacidad puede resultar más útil que la otra», concluye Emmnos.

Referencia bibliográfica:

Natalie A. Emmons, Deborah Kelemen. The Development of Children’s Prelife Reasoning: Evidence From Two Cultures. Child Development (2014). DOI:10.1111/cdev.12220.

RedacciónT21

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