El pasado mes de junio, un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) evaluó el estado de las praderas de Posidonia oceánica en el Mediterráneo occidental y concluyó que este tipo de hierba submarina está en regresión desde la segunda mitad del siglo XX.
En total, el Mediterráneo ha perdido en el último medio siglo casi el 40% de la Posidonia oceánica, un ecosistema milenario dominante en este mar. Debido a la disminución de esta hierba submarina, la cantidad de CO2 que este ecosistema captura es hoy entre el 62% y el 87 % del que secuestraba antes de 1960, alertaban los científicos.
Ahora, una investigación internacional en la que también ha participado el CSIC, junto con la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y el Oceans Institute de la University of Western Australia, revela el efecto que tendría la pérdida de praderas submarinas de posidonia.
Realizada en la laguna costera de Oyster Harbour, al sur de Australia occidental, señala que dicha pérdida provocaría que las zonas afectadas dejasen de capturar CO2 atmosférico, y que las praderas submarinas de posidonia se puedan convertir en fuentes de ese gas cuando se erosionen y liberen el carbono que han acumulado durante décadas o siglos.
La solución de la replantación
Más allá de las malas noticias, los investigadores evaluaron, además, si la replantación de praderas submarinas resultaría eficaz para recuperar la capacidad de estas como sumideros de carbono en un tiempo relevante para su gestión (décadas).
La investigadora del CSIC Núria Marbà, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, señala que sí, pues esta replantación evitaría “que se erosionen los depósitos de carbono orgánico acumulado durante siglos en las praderas que han desaparecido”.
Pere Masqué, investigador de la UAB y coautor del estudio, explica por su parte que “el área potencial disponible para llevar a cabo proyectos de replantación de angiospermas marinas es enorme”, y que estas replantaciones podrían “ayudar a reconstruir los sumideros de carbono, así como a conservar los depósitos antiguos”. De esta forma, las praderas submarinas, que son sumideros de carbono relevantes a escala global, podrían contribuir a mitigar las emisiones antropogénicas.
Prueba de que funciona
Oyster Harbour, el lugar escogido para la presente investigación, es un entorno que alberga una pradera submarina de Posidonia australis que sufrió una reducción muy importante entre los años 60 y finales de los 80. A partir de 1994, sin embargo, la pradera aumentó, en parte gracias a una serie de replantaciones que fueron llevadas a cabo hasta 2006.
La evaluación de este proceso se hizo usando técnicas de datación del sedimento, que permitieron cuantificar la acumulación de carbono en las zonas repobladas y la erosión del carbono histórico en las zonas sin recolonizar. Se trata del proyecto de replantación de praderas cuya evolución se ha seguido durante más tiempo en todo el mundo, explica Marbà en un comunicado difundido por AlphaGalileo.
Referencia bibliográfica:
Núria Marbà, Ariane Arias-Ortiz, Pere Masqué, Gary A. Kendrick, Inés Mazarrasa, Geoff R. Bastyan, Jordi Garcia-Orellana y Carlos M. Duarte. Impact of seagrass loss and subsequent revegetation on carbon sequestration and stocks. Journal of Ecology (2015). DOI: 10.1111/1365-2745.12370.
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