La universidad británica de Southampton investiga actualmente las motivaciones que pueden llevar a gente normal a llevar a cabo acciones de violencia extrema, con el fin de encontrar alguna vía para evitar los ataques terroristas suicidas, informa Scenta.
Aplicando la llamada Teoría de Gestión del Terror, que proporciona importantes claves a investigadores y agencias gubernamentales sobre comportamientos radicales de violencia, como los de los terroristas suicidas, el director del presente estudio, el psicólogo Clay Routledge, de dicha universidad, ha examinado las reacciones emocionales de sujetos a los que se enfrentó de forma artificial al terror frente la idea de la muerte propia inminente. Los resultados aparecerán publicados próximamente en el European Journal of Social Psychology.
La Teoría de la Gestión del Terror es un área de investigación en desarrollo dentro del campo de la psicología, que analiza las reacciones emocionales implícitas de individuos que deben afrontar el terror psicológico de saber que van a morir. Desarrollada inicialmente por Sheldon Solomon y otros psicólogos a finales de la década de los ochenta, esta teoría propone que la inminencia de la muerte a menudo provoca la creencia de que existe alguna forma de trascendencia mística.
Ausencia de sentido
La muerte propia es una fuente continua de angustia existencial, que la cultura disminuye proporcionando sentido, organización y continuidad a la vida de las personas. Sin embargo, cuando la cosmovisión que contiene ese miedo se ve amenazada, el resultado es que los individuos también se sienten en peligro. En este tipo de situaciones, la persona suele rechazar o infravalorar la importancia de otras cosmovisiones e incluso pretende negar las ideas y opiniones de los demás, con la consecuente aparición de conflictos.
Por otro lado, diversas investigaciones han demostrado que los individuos, frente a una muerte propia inminente, se aferran con más fuerza a su cosmovisión cultural, siendo, según los estudios, más proclives a seguir a líderes fuertes que defiendan puntos de vista más tradicionales y autoritarios.
Partiendo de esta Teoría de la Gestión del Terror, la reciente investigación ha sido la primera en revelar que la percepción elevada de peligro aumenta la voluntad del auto-sacrificio, en un esfuerzo por buscar la inmortalidad simbólica.
Cuando los individuos se enfrentan a la muerte tienden a comprometerse con alguna forma de sentido, o cosmovisión, que les permita seguir viviendo de alguna forma, aseguran los investigadores.
Necesidad grupal
A esta conclusión se ha llegado a partir de un estudio realizado con 105 estudiantes británicos que carecían de una identidad cultural religiosa concreta y que, al pedírseles que pensaran en su propia mortalidad, demostraron un aumento de su voluntad de auto-sacrificarse por Inglaterra. Por otro lado, cuando se les proporcionaban vías alternativas de vivenciar sus propias muertes de manera trascendente, su sensibilidad hacia el peligro de muerte se reducía.
La investigación analizó las actitudes de los participantes cuando se les alentaba a pensar en su propia muerte u otras experiencias desagradables que no inducían a la muerte (por ejemplo, el dolor de muelas).
A los participantes se les pidió además que se imaginaran como miembros de un grupo transitorio, que dejaría de existir cuando ellos murieran, o de un grupo inmortal, que continuaría existiendo después que ellos. Cuando no había una salida alternativa de inmortalidad simbólica (primer grupo), la seguridad personal era percibida como menos importante que la continuación del estilo de vida británico (segundo grupo).
Esto sugiere que el temor aumentado por la muerte conllevaría a un incremento de la tendencia a hacer auto-sacrificios por el bien de una nación o grupo social “amenazado”, deducen los científicos.
Las cosmovisiones culturales o religiosas permiten que la gente se sienta parte de un todo mayor, más significativo y, por ultimo, más perdurable que ellos mismos. En este sentido, el terrorismo suicida, por ejemplo, ofrecería no solo una identidad, sino también un lugar en la historia de la comunidad. En este caso, la vida sería intercambiada por la identidad.
Cuestión humana
Este comportamiento de auto-sacrificio está presente en muchas culturas. Se sobrevive como “identidad”, aunque no se puede sobrevivir físicamente, aseguran los científicos. Mucha gente normal, en condiciones concretas, puede acabar siendo violenta. Las relaciones personales con nuestros iguales proporcionan un refugio emocional y, al mismo tiempo, son un foco de energías turbulentas.
El riesgo estaría en encontrarse integrado en un grupo social en el que se sienta que se deben buscar fórmulas violentas de alcanzar la inmortalidad. Los científicos señalan que se puede alcanzar esta inmortalidad simbólica decidiendo morir por un país. Pero también se puede vivir de manera simbólica, es decir, de forma pro-social, en lugar de violenta.
Los métodos pro-sociales de expansión de la identidad más allá de la muerte incluyen la crianza de niños, el hecho de emprender negocios o la preservación de prácticas culturales o religiosas pacíficas.
De esta forma, se evitaría encontrar la trascendencia de la vida en la muerte, y podría cultivarse en la propia vida, como otra forma más de permanencia simbólica.
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