El plomo es un metal pesado que, durante muchos años, se usó para fabricar pinturas y tuberías; en la gasolina, y en otros muchos artículos, incluidos los juguetes infantiles. De hecho, el año pasado, las compañías de juguetes Fisher-Price y Mattel tuvieron que retirar más de un millón de juguetes del mercado porque contenían plomo.
En general, el uso de este metal se ha ido evitando cada vez más porque es venenoso y potencialmente peligroso para la salud, pero aún se encuentra en algunas cerámicas, superficies o pinturas antiguas o muebles viejos. El desgaste de los objetos hace que el plomo que hay en ellos se desprenda y pueda extenderse.
Para cualquier persona el plomo resulta, como hemos dicho, peligroso. Los efectos adversos del envenenamiento con este metal van desde el daño a los riñones y al cerebro, la disminución de la fertilidad en hombres o el incremento de la presión sanguínea.
Si, además, la exposición al plomo se produce en la infancia, ésta puede afectar al grado de agresividad del individuo en la edad adulta, señala un estudio reciente.
Plomo y violencia
En la Universidad de Cincinnati, en Estados Unidos, el profesor Kim Dietrich, lleva tres décadas estudiando los efectos en la salud de la exposición al plomo en la infancia e, incluso, durante la etapa de la gestación.
Ahora, gracias a sus investigaciones, Dietrich y su equipo han conseguido, por vez primera, reunir evidencias de la existencia de una relación directa entre la exposición prenatal y durante la más tierna infancia al plomo, y el riesgo del aumento de los comportamientos violentos en la edad adulta.
Según un comunicado de dicha universidad, estas evidencias se desprenden de los datos recogidos durante un largo periodo de tiempo, en total 30 años, que han permitido determinar que altas concentraciones de plomo en la sangre en los fetos y en los bebés tras el nacimiento están asociadas con altas tasas de arrestos por actos criminales en la edad adulta.
Dietrich explica que han “controlado a un sub-segmento específico de niños que fueron expuestos al plomo tanto durante su gestación como durante su infancia, a lo largo de esos 30 años”. En total, los científicos obtuvieron un registro completo de los patrones neurológicos, de comportamiento y de desarrollo de estos niños, con el fin de establecer una asociación clara entre dicha exposición temprana al plomo y una posible actitud criminal posterior.
Al parecer, aunque otros estudios anteriores habían tratado de establecer dicha relación, la investigación de Dietrich y sus colegas es la primera que consigue las evidencias definitivas.
Cómo se hizo
Y se ha logrado gracias a un trabajo de campo de larga duración. En primer lugar, los investigadores reclutaron a mujeres embarazadas que vivían en barrios de Cincinnati en los que había edificios antiguos, con altos niveles de contaminación con plomo. Según publica PLoS Medicine, fueron estudiadas 250 mujeres embarazadas de entre 19 y 24 años, y un total de 376 niños, todos ellos elegidos entre los años 1979 y 1984.
Los investigadores midieron entonces los niveles de plomo en sangre de las mujeres embarazadas durante la gestación y, posteriormente, a intervalos regulares, siguieron midiendo los mismos niveles en la sangre de todos los niños, hasta que éstos tuvieron seis años y medio con el fin de calcular la exposición acumulativa al plomo.
Los datos de los niveles de plomo en la sangre fueron posteriormente relacionados con registros de arrestos por actos criminales. Estos registros suministraron información sobre la naturaleza y duración de los arrestos, así como su categoría: violencia, ataque a la propiedad, drogas, fraude, obstrucción a la justicia, delitos de circulación, desórdenes de conducta, etc.
Los investigadores descubrieron, de esta forma, que los individuos que habían mostrado altos niveles de plomo en sangre durante su gestación y, posteriormente, durante su temprana infancia también mostraron mayores niveles de arrestos por actos violentos, a partir de los 18 años, que el resto de la población estudiada.
La asociación entre niveles altos de plomo en la sangre y los crímenes violentos fue la más intensa. Según los investigadores, cualquier elevación de cinco microgramos por decilitro de los niveles de plomo en la sangre aumenta el índice de arresto por ofensas violentas en más de un 25%.
Plomo y cerebro
Para Dietrich esta investigación demuestra que la reducción del plomo ambiental es fundamental para conseguir reducir la ratio de crímenes violentos. Según él, “los patrones de comportamientos agresivos o violentos aparecen a menudo temprano, y continúan a lo largo de la vida. Identificar los factores de riesgo que pueden propiciar una vida criminal desde la infancia debería ser una prioridad para las políticas de salud pública”.
El estudio en realidad se enmarca en otra investigación más amplia, también iniciada en 1979, para conocer otros efectos a la exposición al plomo en niños. En el mismo número de PLoS Medicine aparece por ello otro artículo, también firmado por Dietrich y su equipo, que describe los resultados de un análisis de la relación entre la exposición al plomo en la infancia y el volumen del cerebro en la edad adulta.
Este análisis fue realizado con imágenes de resonancia magnética, y reveló significativas reducciones en el volumen cerebral relacionadas con altos niveles de concentración del plomo en la sangre durante la infancia. La revista Abcnews publica que en total se calcula que más de un 1% de la materia gris total del cerebro se pierde por la contaminación de la sangre con plomo.
Según los científicos, las reducciones afectaban a áreas específicas del cerebro, como la corteza angular inferior, responsables de funciones como la regulación del estado de ánimo o la toma de decisiones. Y afectaban mucho más a hombres que a mujeres.
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